Mientras que el propio presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, confiesa no entender el porqué, después de haberse invertido tanto dinero en el sector eléctrico, los resultados no se ven y llama a una urgente solución a la crisis energética en el país, la fecha de la inauguración del servicio del Metro de Santo Domingo se aproxima.
Algunos medios publican la majestuosidad de tan gigantesca obra, en tanto que el director de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET), Diandino Peña, confía en su éxito y concilia las fechas de inauguración, previstas para finales de noviembre, o principios de diciembre.
En estas mismas páginas expusimos en una ocasión, la realidad de tener un país con una de las más altas tasas de mortalidad infantil y materna de la región; con incumplidos objetivos del milenio relacionados con la educación y en muchas otras áreas de la seguridad social; con una violencia barrial que se incrementa en medio de la oscuridad absoluta a que son reducidas las localidades del territorio nacional, aprovechada por una delincuencia que parece no tener fin.
El desplome del suministro energético en el país parece ser uno de esos cuentos que nunca acaban. Se habla ahora de unos US$200 MM, como primer paso, para intentar resolver, en parte, la tragedia de los apagones.
Desde hace tiempo, voces autorizadas en el tema han valorado que “los promotores del Metro no se percataron que sería la obra más costosa en los últimos cien años y la que aportaría la menor cantidad de beneficios por cada peso invertido, con el agravante del subsidio”.
No se trata de una banal oposición “a todo lo que signifique avance y progreso en el país”, como se ha dicho, si no la preocupación lógica de ver que lo esencial no avanza y el gasto de tantos millones en una obra así impone una disquisición lógica, que aleja a dominicanas y dominicanos de lo que habría podido ser el disfrute por tan avanzado proyecto.