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El tribunal de la historia

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Balaguer sabía que en el compromiso concertado con la Casa Blanca en el plano político, sus esfuerzos tendían en primer orden a eliminar los reductos sobrevivientes abrileños enquistados en el seno de la izquierda.

Ahora bien, la histórica tarea honrada por Balaguer fue estimulada inconscientemente por la inmadurez de un movimiento político radical, que el nuevo gobernante, sin entender su perfil y a su violencia exterminadora, opuso las tácticas "Hilda Gautreaux", rodear la ciudad desde el campo y toda especie de foquismo aventurero.

El refrán popular dice que nadie es imprescindible, pero el autor de "Un cortesano de la era de Trujillo" fue el árbitro por excelencia para manejar dentro de la situación nacional la crisis que se destapó desde la muerte del tirano.

Como ningún otro de sus homólogos que le antecedieron, Balaguer inyectó la suficiente confianza en los sectores tradicionales de poder. Para ello no perdió tiempo creando la ley 299, de incentivo industrial y con uñas y dedos se aferró al patrimonio de la familia del dictador, en una estructura estatal llamada CORDE que promoviera su reelección, mediante la corrupción que dejó en los tres primeros per’iodos gubernamentales más de 300 millonarios.

Después del tirano, sólo Balaguer logró integrar una sólida fracción clasista de Estado, que le otorgó continuidad y vigencia a su carrera política durante 22 años, con alternabilidad sólo en 1978 y 1982, cuando el hacendado don Antonio Guzmán Fernández y el abogado de profesión, Jorge Blanco, gobernaron respectivamente el país.

Evidentemente, el doctor Balaguer en el corto intervalo de ocho años, que van desde 1966 a 1973, creó un escenario social y político que ni siquiera sus más acervos adversarios tomaron en cuenta en la elaboración de sus lineamientos tácticos y pragmáticos, dentro de los cimientos de oposición del déspota ilustrado que encarnó en su ejercicio de Estado.

El tribunal de la historia juzga a los hombres de protagonismo cuando estos en la tumba, llámese mausoleo o panteón nacional, no pueden acudir a la instancia revocatoria del veredicto final.

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