Con una superficie de dos metros cuadrados, aproximadamente, y 30 por ciento del total del peso de un adulto, la piel es un órgano sensorial que contribuye a la regulación térmica y protegernos de la acción de microorganismos y agresiones externas.
El doctor José Domínguez Gómez, especialidad en Medicina General Integral y en Dermatología del Hospital Fajardo, de la Habana, Máster en Enfermedades Infecciosas, define el envejecimiento cutáneo como los cambios «regresivos» de la apariencia y las funciones de la piel, condicionados por factores internos, externos y por enfermedades.
Esos cambios, dice, varían, condicionados por factores intrínsecos, según grupos étnicos, raciales, zonas geográficas y predisposiciones personales. Diría que lo «normal» en ese proceso es una pérdida gradual de las funciones de barrera, de sustitución celular, de reparación del ADN celular, de hidratación cutánea, de respuesta inmune, de producción de sebo y de sudoración, de cicatrización. Lo «anormal» es que estos ocurran antes de tiempo, o sea, no exista correspondencia entre la edad cronológica y la biológica.
