La situación por la que atraviesa el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), la consideran muchos más que vergonzosa, teniendo en cuenta su larga historia y tradición de lucha a favor del pueblo dominicano.
Y se pronuncian quienes le han considerado pilar de las más arduas batallas por la democracia, y por considerarlo parte esencial del patrimonio dominicano. Definitivamente, perredeístas y no perredeístas sienten pesar por lo que está sucediendo.
La mayoría subraya que no se admite que una organización política que sacó casi dos millones de votos sólidos en las pasadas votaciones, se esté debilitando entre disquisiciones subjetivas de dos de sus principales miembros, que han puesto intereses personales, por encima del destino del PRD.
Los riesgos son muchos: envueltos en ese desnivel de opiniones y desunión de criterios, la oposición se debilita y el partido en el poder se perpetúa, con peligro absoluto para la democracia nacional. Eso lo saben Miguel Vargas Maldonado e Hipólito Mejía, así como el resto de los dirigentes y militantes del partido blanco.
Realmente, la sociedad dominicana no acaba de ver restablecida la unidad de “la familia perredeísta con miras a facilitar la conquista del poder en las elecciones de 2016”, ni nada que se le aproxime.
El presidente del PRD “reparte cargos”, sin estar aún en el podio del poder y a fin de cuentas cada quien “hala para su lado”, en tanto la opinión pública es testigo de desatinos, críticas inmaduras y “veleidades” que apuntan a una mayor vulnerabilidad, contraria a esa “unidad del partido” que realmente ha sido y es una “polémica que luce estéril y sin sentido” y que alejan cada vez más la “contundente victoria electoral en mayo del 2016”.
En el PRD, cada quien tiene su verdad
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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