El país celebró recientemente “el Día Nacional de la Ética Ciudadana”, y aunque las fechas pasan, el sentido de las efemérides debe perdurar más allá de su temporalidad.
Se eligió el 29 de abril de cada año, en homenaje al Presidente de la República Dominicana Ulises Francisco Espaillat, quien en esa fecha, pero del año 1876, dejó para la historia el ejemplo de un “gobierno honesto, patriótico y democrático”. El 18 de abril de 2005, fue promulgada su conmemoración por el entonces Presidente de la República Leonel Fernández y tiene como objetivo vital recordar a los ciudadanos la importancia de las normas de conducta en una sociedad.
De manera que hablamos esencialmente de respeto de los derechos humanos de la ciudadanía, de una interacción correcta entre ciudadanos, ciudadanas y las autoridades: deberes y derechos se integran y, sin duda alguna, el cumplimiento de los conceptos éticos “moldean y mejoran las relaciones del mundo civilizado”.
Los días que vive la humanidad y, particularmente, la sociedad dominicana deambulan entre ejercicios muy alejados del cumplimiento de esa ética que llama a la solidaridad humana, alejada del individualismo brutal, la aceptación de los unos y los otros, sin exclusiones ni vejámenes, sin ausencias de políticas sociales públicas que incrementan definitivamente la violencia y la delincuencia en las calles.
Las fechas, los homenajes, la mirada hacia adentro, deben servir para reflexiones profundas que aporten a esos hombres y mujeres que buscan una manera de existir mejor, un mundo con mayores oportunidades para las futuras generaciones. Que se restituya la ética y se enriquezcan los valores que demandan el país y el mundo entero, ahora y después, o sencillamente, no valdría la pena este batallar intenso y eso sería darnos por vencidos.
No darnos por vencidos
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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