La noticia, más que preocupar, deja perplejos a quienes no pueden imaginar que República Dominicana sea el séptimo país del mundo “más vulnerable a los cambios climáticos”, seguido por Haití, tal y como dio a conocer el Instituto Dominicano de Desarrollo Integral.
A la revelación sigue, claro está, una serie de propuestas dirigidas a lograr que el Estado prevenga y mitigue los efectos de los fenómenos atmosféricos y, en virtud de todo esto, se impone reflexionar sobre el crecimiento de las ciudades, el cual debe ser al amparo de un plan regulador serio, proporcionado por entidades técnicamente capacitadas como facultades de Arquitectura y Urbanismo, y no al arbitrio de intereses económicos. Se necesita dirigir fuerzas a los proyectos de solares térmicos, producción de módulos, etanol, y biodiesel, más que la indiscriminada edificación de grandes torres.
Esta alerta acerca de la vulnerabilidad a la que se enfrenta la región por los efectos negativos del cambio climático y República Dominicana, en particular, impele invariablemente a cuidar el medio ambiente, respetar sus recursos naturales y cumplir su compromiso de propiciar un desarrollo sustentable que integre, obviamente, su entorno urbanístico. No puede existir una ciudad en el futuro donde nos ahoguemos y sintamos que no respiramos…
La escasez de espacios verdes figura entre las necesidades vitales. Imprescindibles resultan los proyectos de energía eólica, solar térmica, producción de módulos solares, etanol, y biodiesel, más que la indiscriminada edificación de grandes torres.
La República Dominicana precisa respetar sus recursos naturales y cumplir el compromiso de propiciar un desarrollo sustentable. Este es un desafío impostergable, cuya principal responsabilidad recae sobre las autoridades, aunque cada quien está comprometido.
Vulnerabilidad que no perdona
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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