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Fiscales no acatan la ley 82-79

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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“Aprende a obedecer y aprenderás a mandar “ Solon

La fresca brisa del amanecer me penetra y las neuronas fieles, recuerdan los treinta y cuatro años en el servicio naval aferrado al deber como acción de la razón y la moral, en cuyo interregno la vida navego por los mares delicados y graves de la toma de decisiones.

El memorándum Orden No.10 de fecha 2 de Mayo 1962, del señor Jefe de Estado Mayor de la Marina, me designa Juez Presidente del Consejo de Guerra de Primer Grado. Las ventilaciones, esas audiencias graves, sumamente debatidas donde se determina la vida futura de un ser humano, fueron una purificación; un crisol con sufrimientos y alegrías interiores al esclarecer la verdad y ser justo. Fue una experiencia educadora.

El 4 de Mayo de 1966, el memorándum No.1039 de la División de Personal, me nombra Juez del Consejo de Guerra de Apelación de las Fuerzas Armadas. Ya sabía del rumbo a navegar y las meditaciones que debía ejercer en la búsqueda de una justicia pura y noble, ¿Por qué después de cuarenta y dos años aflora a mi mente este deber cumplido?

Sencillamente, con firme humildad aprendí que la justicia es una virtud del individuo, pues un hombre es justo cuando su acción está en armonía y de acuerdo con el orden establecido.
Señores fiscales, vuestra actitud me impulsa y motiva a realizarles esta pregunta: ¿Cuándo es justo un orden social determinado? Lo es cuando regla la conducta de los hombres de modo tal que da satisfacción a todos permitiéndoles lograr la felicidad.

Entonces, la ley 82-79 es justa. Ustedes no acatan esta ley, esto nos presenta al filósofo Platón, que expuso su filosofía política en dos tratados: La República y Las Leyes.

En ellos imagina un Estado gobernado por las leyes y no por la sabiduría de sus ciudadanos. Una de sus máximas fue mi guía durante la función de Juez, cito: “Sólo el justo es feliz y desdichado el injusto” Esta sabiduría nos indica que la justicia confirma la felicidad social.

El maestro identifica justicia con felicidad, por tanto señores fiscales permitan ustedes a los dominicanos ser felices confiando en ustedes como administradores de la justicia. Como no se cuales son los fiscales que repudian la ley 82-79, me veo obligado a no poder entregarles mis inquietudes en privado. El ocultamiento de vuestros nombres, sinceramente no lo aceptamos, surge la duda y vuelve a presentarse otro filósofo griego, Antistenes quien durante el juicio contra su maestro Sócrates, y en defensa de este, dijo a los jueces: “El pueblo que no distingue los hombres buenos de los malos está perdido”

Señores fiscales, nuestros pensamientos inundados de buena fe y amor nos llevan a ustedes: Obedezcamos para que se imponga la fuerza de la ley y del orden. Cambiad, abrid pasos a la actitud de cumplir con el mandato por convicción de qué es lo adecuado. Hacedla activa como vuestros colegas asidos a la hombría de bien, honradez y moralidad.

Salid de la ignorancia que tenéis de la justicia, conózcanse a sí mismo; no se engañen pues ustedes juraron cumplir y hacer cumplir las leyes; pero tienen su propia ley, nada ni nadie los detiene, hacen lo que les viene en gana. Están pobremente perdidos, despreciando la potestad de la ley; están en el ejercicio malsano de la indisciplina y la mala conducta. Donde no hay moral no hay deber. No cumplir con la ley es una ausencia absoluta de moral social; esta última es la gran ausente convirtiéndose en la constante y mayor crisis que puede padecer el hombre.

Cuando el hombre no se auto examina, no puede corregirse, por tanto sus acciones pueden ser viciosas y la razón está nublada, perdida, yerra como un salvaje, no concibe lo correcto, ni lo que el cargo le exige, sino lo que quiere, arruinando en consecuencia su vida y la de los demás.
La vida tiene sus leyes, todo lo que se hace y omite nadie tiene el poder de ocultarlo; es ley inviolable de la madre naturaleza. No estamos libres de rendir cuentas.

Señores fiscales, han perdido una batalla, ejecuten una retirada táctica ejerciendo la obediencia; sólo así pueden ganar la guerra. Sus vidas. La paz florecerá con su armonía y todos estaremos con la seguridad de que ustedes merecen ser nuestros defensores. Tienen el poder para realizar este ansiado cambio social.

Corred el velo de amargura que envuelve por tantos años, en espera de que la justicia sea realmente de igualdad como la definió el jurista romano Ulpiano: “La perpetua y constante voluntad de dar a cada uno lo suyo” Sacudid vuestra toga poseída por la fuerza superior de la desobediencia que enferma el alma.

Liberad vuestra razón para discernir lo que veis y escucháis a diario, entonces actuad en consecuencia con la pureza que da vida a la nobleza de la justicia.
Ustedes saben evacuar decisiones sobre lo que conviene hacer en bien del sistema que juraron defender.

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