Presidente Medina, usted ha oído hablar de eso que se llama cansancio de combate? Probablemente sí, quizás no. El fenómeno se produce en aquellos soldados que de tanto participar en combates de guerras, hastiado de la carne destrozada y los baños de sangre ya no pueden realizar más su trabajo y hay que internarlo en las casas de deshabilitados mentales.
Pero muchos, puede decirse que la gran mayoría, cuando están atravesando por ese fenómeno, prefieren tomar los mayores riesgos, participar en las más locas misiones, en los más extraordinarios combates y morir en medio de la batalla. Cuando eso ocurre, ese soldado que está haciendo y fingiendo un papel de súper héroe, en realidad está afectado por lo que se conoce como “el deseo de muerte”
Ese mismo fenómeno se produce en los funcionarios de un gobierno, sobre todo en uno como el del PLD, cuyo estado de conciencia esta minado por la presencia de Juan Bosch. Le escuche decir a Raul Castro que el más severo de todos nuestros jueces es nuestra conciencia, nuestra propia conciencia. Es la única que emite una sentencia justa, agrego yo.
Esa conciencia está emitiendo sentencias justas y está afectando los funcionarios, cargándolos con “el deseo de muerte”. Cuando los funcionarios de un gobierno están afectado de ese mal, incurren en las más perversas bellacadas, frente a todo desafío quieren amarrar un entramado jurídico que le traiga la deseada muerte, que lo saque de combate para siempre.
Lo que intentaron hacer con Bahía de las Águilas es un indicador minúsculo de unos funcionarios que están afectados por “el deseo de muerte”, de unos funcionarios que ya no le ven sentido al hacer las cosas con apego a la ley, que ya no tienen deseo de que alguien le recuerde que hay valores morales y comportamiento ético que sostienen la raza humana.
Cuando se llega a ese fenómeno, Señor Presidente, se ha llegado al punto en que “los que eran buenos ahora son los monstruos”. ¿Qué hacer cuando los buenos son los monstruos? Los niños esperan que sus padres maten los monstruos, que los maten en el mundo imaginativo y que los maten en el empedrado camino de la vida. Los pueblos esperan que los presidentes maten los monstruos, que los encarcelen o que por lo menos los aparten de la vida pública.
Si el mandatario no asume esa labor, los pueblos empiezan a creer que ellos son los culpables, que ellos son el problema, que ellos no son buenos, que son estúpidos, débiles y cobardes y se sentencian asimismo a mayores torturas. Cuando los leonelistas iniciaron su desafuero por la tercera reelección, le salí al frente, con todo lo que tengo y, uno de mis mayores argumentos fue decirle al pueblo que la cosa que más le convenía a Quisqueya era que otro peledeísta manejara los asuntos públicos, pues esa sería la oportunidad para demostrar que de todo lo que tenemos en el PLD, Leonel Fernández es lo peor. En seis meses usted, Señor Presidente, ha consolidado mi profecía. Y aún más, le profetizo que aquel que viene detrás de usted, será mucho mejor, por la gloria de Juan Bosch.