El mundo incrementa el número de habitantes y la producción de alimentos y acceso a ellos sigue siendo una encrucijada. En la región, por ejemplo, se estiman 49 millones de hambrientos, según datos ofrecidos por José Graziano da Silva, director general del Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO).
La propia ONU considera que “el número de necesitados se acentúa en Centroamérica, donde la pobreza alcanza el 51% de la población, significativamente mayor a la de América Latina y el Caribe en su conjunto (33 por ciento)”.
Como hermana continua del hambre está la desnutrición, que afecta al 15% de los centroamericanos, por encima de la media regional, que es de 8%. Se trata de una gran familia, apellidada de igual manera, una parte de cuyos miembros están muy debajo de los logros que, en medio de penurias y necesidades, ha logrado alcanzar la otra parte.
«Es el momento para que América Latina y el Caribe se conviertan en el mejor socio del desarrollo de los países menos afortunados, utilizando el saber acumulado, y sus recursos técnicos y profesionales para apoyarse mutuamente», ha dicho Graziano da Silva.
Los incumplimientos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, están indiscutiblemente relacionados con la pobreza y si bien los jefes de Estado latinoamericanos y caribeños han decidido enfrentarla como causa principal del hambre; sin duda: “Es necesario coordinar acciones relacionadas con la inclusión productiva de los pequeños agricultores familiares, el comercio internacional y el acceso a servicios públicos de salud y educación, entre otros, mediante el continuo apoyo de diferentes organismos, mecanismos y agencias regionales”.
Retos, desafíos, encrucijada, como quiera llamársele; pero no hay duda de que habrá que equilibrar un tanto la balanza de los pueblos de esta parte del mundo, donde desde hace ya se visibilizan signos de solidaridad marcados y fehacientes.
