Cada dos años los dominicanos celebran la llamada fiesta de la democracia, tanto para elegir las autoridades del gobierno central (presidente y vicepresidente de la República), como para favorecer a las autoridades municipales y congresuales (senadores, diputados, síndicos regidores).
A esa fiesta nos invitan a participar a todos los ciudadanos mayores de 18 años de edad, en facultad de ejercer sus derechos y deberes de elegir y ser elegidos. Durante la fiesta de la democracia, los elegidos y los electores celebran el triunfo con bailes en la calle y muchas orquestas en tarimas exhibiendo gigantescas banderas.
Terminada la fiesta, es hora de repartir el Gran Pastel llamado “la cosa pública o propiedades del Estado”. El Pastel se compone de los puestos en la administración pública y las recaudaciones a través de esas entidades.
Pero, resulta que el pastel se reparte entre los amenizadores de la fiesta, o sea, los elegidos. Mientras, a la población que siempre es la más sacrificada sólo le queda el cansancio y las promesas de los anfitriones de la Gran Fiesta.
Esa manía de dejar sin su parte del Pastel a la gran mayoría de la población que participa en la Gran Fiesta de la democracia, llamada elecciones, es una práctica muy común en República Dominicana, que paralelamente viene creando en la población una desconfianza en el futuro de su país, en su tierra; al punto que la mayoría de la población piensa que la única alternativa que tiene es yéndose a otra nación, que es imposible echar adelante en el lugar que lo vio nacer, porque unos cuantos se apoderan de lo que le corresponde a todos.
Por la repartición injusta del Pastel de todos, cientos de personas se arriesgan diariamente a ser destrozados por los tiburones en el Canal de la Mona, en su intento de llegar a Puerto Rico en busca de mejor vida. A estos siguen muchos más.
Por la repartición injusta del Pastel de todos, crece la pobreza y el desempleo, y con ellos los atracos a mano armada en cualquier vía de Santo Domingo, donde se ha llegado al punto de quitarle una vida a una persona para robarle un teléfono móvil o celular.
Por la repartición injusta del Pastel de todos, los hospitales carecen de medicamentos, camas y personal médico adecuado para atender a la población que acude a ellos por un problema de salud.
Por la injusta repartición del Pastel de todos, las escuelas no cuentan con butacas, aulas, ni profesores calificados suficientes para ofrecer la educación que mañana servirá para echar el país adelante.
Por la injusta repartición del Pastel de todos, la mayoría de los dominicanos y dominicanas sufren hasta veinte horas diarias de apagones o interrupción del servicio energético, sin el cual es posible lograr el desarrollo de una nación.
Por esa injusta repartición del Pastel de todos, las autoridades han usado los impuestos de los ciudadanos en asuntos que desconocen los mismos ciudadanos. Como si todo esto fuera poco, ahora pretenden tomar los fondos de los malvividos pensionados, para tapar huecos económicos, donde sólo se tiene como excusa la crisis económica mundial generada en Estados Unidos.