Unión Europea.- Ahora que se ha puesto de moda hablar de déficit y reformas fiscales en diversos países recordamos un pasaje de la historia romana, en tiempo de los emperadores, a quienes se les ocurrían cualquier cosa cuando se presentaban casos de tales naturalezas, ya que la crisis económica no es una palabra contemporánea, ni de los actuales gobiernos, sino que existió desde los tiempos imperiales antiguos.
Un déficit fiscal significa vivir sobre su propia capacidad de producción, es decir gastar más recursos que los disponibles en el presupuesto, fue por ello que en la historia romana Calígula, cuando heredó el trono de su tío y padre de crianza Tiberio, valiéndose de su gran poderío no vaciló con hacer grandes desaciertos económicos y en su primer año imperial gastó todos los fondos existentes considerados unos 2,700 millones de sestercios, (moneda romana de la época) razón por la cual se vio en la obligación de tomar diversas y drásticas medidas económicas.
Calígula, que padecía una patología mental, era un hombre esquizofrénico, cruel y despiadado, quien tomó muchas medidas impopulares con tal de salir de su hoyo fiscal, fue cuando impuso gravosos impuestos, incluyendo a los productos alimenticios de primera necesidad, a los mozos de cuerdas, a las cortesanas y hasta a los actos matrimoniales, su lema era “no importa que los demás me odien, mientras me teman”.
Pero no satisfecho con todas estas medidas y cobros abusivos, Calígula llegó a disfrazarse de pordiosero para pedir limosnas callejeras y constituyó un sistema para heredar los bienes de la clase pudiente, pero estos tenían que morir lo antes posible para entonces él acceder a su herencia.
Calígula, era un hombre sediento de riqueza, fue por ello que llegó a confiscar los bienes de sus propias hermanas Julia y Agripina, él además era epiléptico y sufría de delirios y tenía que pisar a diario sobre montones de monedas de oro con sus pies descalzos para poder percibirlas.
Esa figura imperial odiaba a los autores contemporáneos, tales como Homero, Virgilio, Tito Livio y otros, pero el colmo de sus actos fue cuando bajo un arrebato típico de su patología mental, fue cuando nombró de cónsul a su caballo preferido INCITATUS (Impetuoso) entonces le dio por recaudar muchos más dinero, fue por ello que erigió UN BURDEL EN EL PALACIO IMPERIAL, utilizando como prostitutas a sus propias hermanas y a las hijas de los senadores y congresistas del imperio, este último negocio salió ser redondo, ya que le dejaba cuantiosos beneficios, él se valió del dicho que la prostitución es uno de los ejercicios laborales más antiguos del mundo.
Como era muy cruel, ejecutaba gente sin ningún motivo como fue el caso del poeta Aleto, quien por orden del emperador Calígula, fue quemado vivo, porque entendía que sus poesías no eran suficientes alabadoras al culto y gloria de su majestad.
Pero además Calígula era sádico, se divertía regalando los bienes y localidades a la plebe, que en principio estaban destinadas a la aristocracia y lo hacía con la finalidad de disfrutar del choque entre ambas clases, ya que esto le satisfacía más que ver cualquier obra teatral de la época.
Pero como todo tiene su fin, Calígula murió de mano de Casio Quereas, quien al sentirse burlado le propinó un hachazo en su cuello imperial y ya herido de gravedad fue rematado por Cornelio Sabino, que le dio la estocada final en el pecho, para ese entonces contaba con apenas 29 años de edad y su reynado sólo duró unos 3 años y 10 meses, pasando el imperio a mano del emperador Claudio, de quien le hablaremos en una próxima entrega.
Dice un refrán, que el que a hierro mata, a hierro muere y ese fue su destino, ya que movido por la ambición de heredar el imperio, lo llevó a asfixiar a Tiberio, cuando este último en su lecho, luego de varias horas de darle por muerto levantó su cabeza y pidió un vaso de agua, Calígula que ya exhibía el anillo imperial no le quedó más remedio que obstar por terminar de eliminarlo y de hecho se convirtió en el emperador romano, heredero del trono.