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Los Huevos de Salomón

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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A Don Manuel de Jesús Campos Navarro

-No más sobre el Rey Salomón, exclamó Dios en una forma que se escuchó en todos los sinfines. Ya al Gran Arquitecto del Universo-GAU- le era imposible seguir concediendo audiencia para escuchar a toda la gente venida de la Tierra y cuyo único tema era hablarle de la sabiduría y la bondad del Rey Salomón. Tanto insistieron que GAU acordó bajar a la Tierra para comprobar con sus propios ojos lo que la plebe proclamaba. Su último recibido tuvo que emplearse muy bien para lograr la atención del Señor.

-Mi GAU, por favor, téngame paciencia que desde el día en que me dieron esta cita he vuelto a la Tierra mas de quinientas veces y cada vez que he subido a este su Trono me dicen que no me toca

– Aceptada tu solicitud, ¡tendré paz y ciencia! ¿Qué te trae ante mí? ¿El Rey Salomón de nuevo?

– Mi GAU, dice el Rey Salomón, el más sabio sobre la Tierra, que en la vida sólo tenemos tres cosas que hacer: comer bien, hacer bien el amor y dormir bien; que a partir de ahí, todo lo demás es vanidad de vanidades. ¿Hay otra cosa que podamos hacer o Salomón estaba en lo correcto?

– Pero buen pendejo, yo soy el creador de todo lo existente, soy el GAU y no tengo ninguna otra cosa que hacer que no sean esas tres. ¿Tú quieres que cree un privilegio adicional para ustedes, algo que ni siquiera yo puedo tener? No, ¿verdad?… ¡Fuera! No, espera, ¿de dónde eres?
– Quisqueyano, mi Señor.

– Italiano, mentiroso. Esas pretensiones no son quisqueyanas.
-En realidad soy gringo mi GAU.

-Ah, bueno, ya te me parecía a algo. Esos fabrica bombas ni comen bien, ni saben hacer el amor y para dormir tienen que drogarse.

-Ay, mi GAU, usted que sabe que es así, sáquenos de esta agonía.
-Voy a ver qué hago. Estoy pensando en un híbrido, algo así como blanco y negro junto, como un quisqueyano.

-Eso sería genial mi Lord, eso sería genial mi GAU…

“Genial es buena palabra para despedirse”, comentó Dios y emprendió su primer viaje a la Tierra después de la creación. Las cosas en el mismo no le salieron tan bien como mi GAU lo había planeado. Regreso al Cielo y llamó a San Pedro, con tono de tirano lo interrogó:

-San Pedro, dime una cosa: si Salomón es un Rey quisqueyano, ¿por qué Diablo no puedo encontrarlo en toda esa Isla?

– ¡Oh!, mi Señor, perdóneme, con tantas cosas que uno tiene pendientes, se olvida de muchas: los judíos se lo robaron, lo secuestraron y se lo llevaron para el Medio Oriente.

-Con que esas tenemos eh. Tan pronto como llegue aquí envíalo de nuevo a Quisqueya, pero cámbiale el apellido para que esos diablos no lo persigan, o por lo menos que le dure unos milenios el saber dónde está.

– ¿Cómo lo hago, mi GAU?

– A Salomón, cambiadle la primera a con la primera o y sustituye la m por la n final.

San Pedro escribió Salomón y fue haciendo lo que Dios le había ordenado, donde estaba la a puso la o, donde estaba la o colocó la a y la m la sustituyó por la n; entonces le informó: — ¡Quedó Solano Señor! Así está bien, asintió Dios, y regresó a la Tierra.

Al llegar al Palacio de Salomón lo encontró subido en el techo arreglando las goteras. Sin presentársele, -pues quería verdaderamente descubrir su sabiduría-, le preguntó: — ¿Salomón, qué es lo mejor?

Salomón siguió su trabajo sin siquiera interrumpir su mirada para descubrir quién le interrogaba, sencillamente respondió: — ¡El huevo hervido!

GAU regresó al cielo e inmediatamente empezó a probar cosas y a comer huevos hervidos. Paso todo un año en su experimento, no se atrevió a desmentir la sabiduría de Salomón, pues nada superaba al huevo hervido, pero sintió que le faltaba algo, tanto al huevo hervido como a las pruebas. Regresó a la Tierra. Esta vez Salomón estaba pasteando sus ovejas. En el preciso momento en que llegaba una pre Magdalena le pasaba por el lado al Rey, quien la miró con exquisito furor y exclamo:

– ¡Mas vale vista de ojos que deseo que pasa! Morena soy, oh, hija de Jerusalén, parto de Quisqueya…Tus dos pechos, como gemelos de gacela y tu fruto es dulce a mi paladar. Llevadme a la casa del banquete, y bandera sobre mi sea tu amor. Susténtame con pasas, confortadme con manzanas; cura con tus labios la enfermedad de la impaciencia…

-Quisqueyano puro, afirmó Dios al escucharlo; y entonces, sin recordarle en lo más mínimo la pregunta que le había formulado hacía un año, le cuestionó:

– ¿Con qué?

Salomón siguió mirando la morena que se alejaba invitadora, reconoció en su memoria el tono de la voz del que hacia un año le había interrogado y le respondió: — ¡Con sal! Pensó decirle “con sal o con limón”, pero se reservó el “limón” por si el interrogador, vago al fin, volvía alguna vez y preguntaba “con algo más”.

Dios hizo la combinación en su cerebro: ¡Huevo hervido con sal!; eso es lo mejor. Regresó al Cielo, almorzó la receta de Salomón y apuntó en su libro de memoria: Huevo hervido con sal, la mejor comida; Salomón, el más sabio Rey quisqueyano. Miró su eterno rostro y se dijo asimismo: “un año entero comiendo huevo sin sal, a cuantos sufrimientos me condenan mis pretensiones, mis vanidades.”

Pero Dios era el negrito del batey. Para mi GAU trabajar es su enemigo, el trabajar se lo dejó sólo al buey porque el trabajo mi GAU mismo lo inventó como un castigo. Hizo el mundo en siete días y de ahí en adelante todo se lo dejó al “dejar hacer, dejar pasar”, al libre albedrío. La vagancia, su más grande invento, no quiso interrumpirla con la vaina esa del huevo hervido con sal. Así que pensó en crear una gallina que pusiese huevos hervidos con sal, listo para comer como Salomón lo dispuso. Las cosas no le estaban saliendo bien y mi GAU entendió que estaba siendo boicoteado, de alguna manera. Llamó a San José y le interrogó:

-Yo he hecho todo como manda la ley; como mandan mis propias leyes, se supone que ya mi proyecto debía estar terminado porque es tiempo ya de que vuelva a mis vagancias, a mi querida vagancia, a mi amada vagancia, a mi novia vagancia, pero las cosas no resultan. ¿Qué sabes tú de lo que está pasando mi querido Santo Cachón?

-Ni mucho ni poco mi GAU, pero no sea tan quisquilloso.

-Cómo que quisquilloso, esa palabra está en el Diccionario Celestial, ¿existe?

-No lo sé mi Señor, creo que no. Sé que la trajo un dominicano, un tal Miguel.

¡Ah!, primero fue el merengue; y entonces todo el mundo en el paraíso perriando, y ahora es esta vaina.

– ¡Vaina? Esa también la trajeron ellos mi GAU.

– ¿Tú está seguro?, San José.

-Claro, yo lo escuché, si la cantaban clarito: ¡me gusta esa vaina!, ¡me encanta esa vaina!, y allí estaban las marías, faldas en manos, bien levantadas, danzando.

-Ponlos bajo investigación porque con toda esta penetración estoy viendo un plan para invadir el paraíso; quiero un informe diario de en qué andan los quisqueyanos esos. Y no le llame más dominicanos, nómbralos quisqueyanos que ese fue el nombre que yo le dí. Lo de dominicanos viene de los dominicos de la Santa Inquisición y esa son gentes del Diablo, o quizás mas perversos.

-Ahora que usted menciona el Diablo, mi Señor, le informo que andan los rumores de que lanzó una nueva generación de agentes a los que ha llamado Dirus, supuesta mente en honor a Dios y el Diablo; y el buen perseguidor de San Pablo no ha podido capturarlo. En cuanto a la penetración de los quisqueyanos, mi GAU, ya que usted lo pide, le adelanto que hay rumores de que enviarán, como exploradora, a la mulatota. Y ese simple rumor aumentó las ventas de los condones en un cinco mil por cientos.

– ¿Y hay tanto circulante aquí en el paraíso?

-Mi GAU, eso aquí abunda más que el Santo Rosario.

-Ordénales a Judas que recorte la circulación monetaria. Y en cuanto a la Mulatota
-tona Señor, Mulatona.

-En cuanto a la Mulatona, gracias por la aclaración aunque no le veo sentido, tan pronto pise Cielo envíamela aquí, que tenemos mucho de qué hablar.

-Hay dos asuntos con ese viaje, Señor: Primero; ella envió un emisario para que le dijera que puede acelerar su viaje si usted la autoriza a instalar un Colmadón.

– ¡Colmadón!…Dile que eso podemos negociarlo cuando llegue aquí, pero asegurarte de que ya Franklin, el Almeyda ese, haya llegado.

-Y el segundo, mi GAU, es mucho más complicado. Lucifer ya la tiene contratada y en mi despacho dejó un expediente en el que la acusa de muchísimas maldades, sobre todo, la encuentra culpable de haber hecho sufrir a muchos de sus seguidores, cosa que él ni perdona ni tolera.

-Esas son calumnias de ese Diablo. El cree que to’ lo bueno es para él, que siga gozando la rubia esa de Hollywood, la Marilin esa. Desvuélvele el expediente con una nota diciéndole… No, quemadlo y desvuélvele la ceniza; así él entenderá el mensaje de mi mensaje: ¡Mulatona o muerte!

– ¿Tanto amor, tan necesitado mi GAU?

-Es la Mulatona, San José, es una quisqueyana. Esas piernas no se pueden dejar pasar así por así; esas nalgas hay que gozarlas, ¡ay y esos labios, esos pechos…! Hasta los maricones los envidian.

-Mi GAU, nos alejamos mucho del tema, pero valió la pena, ya conozco un poco de sus amores, de sus tambaleos internos, de cómo despiertan las mulatotas su santo libido. ¿Sobre qué asuntos celestiales quería instruirme?

-Bueno, tú sabes el tiempo que tengo trabajando en construir una gallina que ponga los huevos hervidos y con sal, listos para comer, como lo manda el Rey Salomón.

-Sí, mi GAU, lo sé.

-Pues bien, creo tener los elementos que necesito para hacer mi proyecto una realidad, voy a estar trabajando en eso; no quiero interrupciones… ¡al menos que no llegue la Mulatona!

Dios se fue a su labor, con paz y ciencia logró desarrollar la más perfecta gallina y la dejó lista para su parir. Pero, el Diablo asechaba, como de costumbre; y cuando la gallina se disponía a comer el maíz que la alimentaba, el Diablo se lo cambió por uno que la retornaba a su estado original, a poner huevos comunes y corrientes. La gallina puso el huevo y Dios fue en busca de él para comérselo. Con los ojos cerrados, listo para disfrutar su gran invento empezó a comer, masticó en busca de la esencia de lo creado por las manos santas. Lanzó rayos y centellas, más que el ciclón San Zenón: El huevo ni estaba hervido ni tenía sal. Miró a todos los lados en busca de explicación, y a lo lejos, en una esquina acechándolo, riendo, moviendo su mano derecha en forma de burlón saludo, estaba el Diablo, quien desde la distancia que le aseguraba impunidad le voceó:

-Perdóneme por ser un problema

Dios lo saludo con un “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo” y ambos sonrieron satisfechos.

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