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Meditabundo: ¡Olvidar! ¡Impunidad!

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La Administración pública siempre necesita dinero, el presupuesto no alcanza y la manera de resolverlo es creando más impuestos. Nadie edifica un sistema coherente en un país corrupto, desorganizado, indisciplinado, violador de la Constitución y leyes. Se necesita un corazón puro que ame con sinceridad, y obedezca a la medida de la razón.
 
El año 2013 comenzará con un sistema impositivo en ausencia del arte de vislumbrar  la esperanza de los dominicanos. Es una gravedad económica heredada, y lo que empeora la situación es la presencia de los autores en los asientos del poder y en las mismas funciones administrativas.
 
El que se respeta no acepta que le sigan mintiendo. Donde no hay confianza, la esencia de la hombría de bien se niega. La naturaleza humana no está creada para soportar abusos. Por esto las justas protestas.
 
Hace más de 40 veranos que se turnan en el poder político espíritus calculadores para su propio provecho, cada cuatro años se suman más políticos millonarios, ellos no lo niegan en sus raras declaraciones juradas y el pueblo aumenta su pobreza. No tienen singularidad personal, son grupo absorbentes,   salvo escasas excepciones individuales conocidas.
 
Los millones del peculado le quitan la educación, salud y comida de la boca al pueblo, por eso estamos en el cuarto lugar de hambre, el 17 en mala educación, y ¿dónde la corrupción? En la primaria, amada y protegida consuetudinaria opción.
 
En la travesía por distintas latitudes me dediqué a saciar la naturaleza de pasar páginas a la izquierda. En Cannes, Francia, 1953, el ingeniero Don Félix Benítez Rexach, en su villa Bagatelle, tiene una biblioteca y me permitió aprovecharla. Una soleada tarde de agosto la belleza del cielo azul sin niebla cubría el sereno Mar Mediterráneo. Me invitaba a leer en la terraza bordeada de bellas flores. A manos la historia de Roma. El espíritu de joven soñador sentía estar en la ciudad de las siete colinas en el año 66 antes del crucificado por amarnos. Escuchaba una conversación entre Tulio Cicerón y su hijo  Marco Tulio, abogado, aplaudido gran tribuno. Con sentida vehemencia le dice a su atento padre: Voy a defender a un buen hombre, granjero que no ha podido cumplir con la ley de los impuestos. Lo tienen en prisión, le quitaron la propiedad y seguro lo someterán a la esclavitud con su familia. Será en el Senado que hace justicia en nombre de la patria.
 
Tulio se altera, levanta los brazos, ojos desorbitados exclama ¡No! los gobiernos muy pocas veces representan al pueblo. Muy frecuente el amor a la patria se turba en la mente de los simples con el amor al gobierno. A veces son una misma cosa. Los hombres perversos que están gobernando se ven obligados a sonreír, hacerse simpáticos  frente a los oprimidos  y fingir en todo momento que todos son la misma cosa. Así salvan las torpezas que ocultamente han hecho.
 
Este recuerdo me pone más reflexivo y entro en el misterio de la vida y me cuestiono ¿Por qué ahora aflora esta plática de la historia de Roma? No tengo la respuesta.
 
La historia de los pueblos registra hechos por los mismos motivos como los de Roma, la República Dominicana y la francesa. Me inclino a seguir recordando que el hombre siempre ha sido el gran creador de los males contra el hombre. Impulsado por el ego con afecto excesivo para consigo mismo de poseerlo todo. La única diferencia es la época y latitud que ha transitado.
 
Hoy los invito a que lean este párrafo de una carta de Pomponio Ático a su íntimo amigo Marco Tulio Cicerón.
 
Querido Marco: Hay dos clases de políticos. El que ama la tolerancia por sí mismo y cree que todos los hombres la aman por naturaleza. Y el que se casa con la tolerancia para ocultar las actividades de los seres viciosos que lo apoyan.
 
Abrazos Pomponio.
 
Concluí, pero obedezco. Cicerón que disertó para todas las generaciones, hasta las desconocidas, le recuerda a los dominicanos: “Donde el poder se ejerce sin limitaciones, no hay ley que valga”.
 
En la Biblia leemos. Proverbios 11:14. Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo.
 
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.

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