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El uso de drogas ha asaltado al boxeo profesional

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Andre Berto es uno de los tantos boxeadores que dieron positivo en el 2012.
 
¿Qué está más dañado: la carne que le sirvieron a Erik Morales en su entrenamiento, o el deporte que hizo famoso a Morales?
 
No importa si ustedes creen o no en las escusas de Morales, o si creen o no que el clenbuterol sea una droga de «mejora de rendimiento», o si creen o no que alguien debió haber cancelado el evento estelar del sábado pasado en Showtime desde el Barclays Center en Brooklyn. Esas preguntas son menores.
 
La pregunta más amplia involucra a todo el boxeo, e indica que al igual que la mayoría de los deportes de hoy en día existe un problema real con las drogas de mejora del rendimiento. Se puede tomar cada caso individual y encontrar algún tipo de justificación para barrerla bajo la alfombra. Pero en un cierto punto, la evidencia colectiva se transforma en demasiado problemática para ignorarla. Si el boxeo no hubiese alcanzado ese punto antes de que la «prueba B» de Morales llegara a los titulares, ciertamente lo ha logrado ahora.
 
Durante la mayor parte de la década pasada, hubo un nombre aquí, otro nombre allá, algunas pruebas positivas y algunos boxeadores implicados sin siquiera dar positivo. Fernando Vargas. Shane Mosley. Orlando Salido. Evander Holyfield. James Toney. Roy Jones Jr. y Richard Hall, ambos después de pelear entre sí. Había un incidente notable cada uno o dos años, pero eso nunca amenazó con cambiar el modo en que veíamos al deporte.
 
Hace seis meses, si me hubiesen dicho que el 75 por ciento de los boxeadores usaba drogas, yo hubiese dicho que eso era una pura conspiración.
 
Ahora no dejo de preguntarme si ese 75 por ciento es una figura demasiado cautelosa.
 
Entre mayo y octubre, Lamont Peterson, Andre Berto, Antonio Tarver y Morales (todos ellos campeones actuales o ex monarcas) fallaron sus pruebas de drogas (y si realmente quieren ampliar el espectro, pueden también meter en ese grupo a Julio César Chávez Jr. por pasarse faltando a las órdenes de su entrenador Roach en el entrenamiento).
 
Yo no tengo todas las respuestas. De hecho, no tengo ninguna de las respuestas. No hay soluciones que satisfagan a todos. Lo único que une a todos los fanáticos del boxeo es el deseo de ver peleas de calidad, y en este momento, la realidad de que los peleadores están usando drogas de mejora de rendimiento va en contra de ese deseo.
No hay razón lógica para creer que más peleadores estén usando sustancias prohibidas ahora que en el pasado. En cualquier caso, uno podría pensar que hay menos usuarios, teniendo en cuenta que las pruebas son más frecuentes y hay muchos peleadores que son atrapados. Por lo cual el problema de drogas que pueda tener el boxeo ahora es un problema que ha tenido por décadas.
 
Es que solamente en 2012, por primera vez, aquellos que pretendían que este problema no existía no han tenido más remedio que reconocer que sí existe. En lo que a nosotros concierne, el boxeo no está más limpio que el béisbol en aquel «mágico» verano de McGwire y Sosa, ni más limpio que el ciclismo o el atletismo o la lucha libre profesional.
 
El boxeo no está limpio. Por lo tanto, por definición, está sucio. Y eso hace que todo sea desprolijo. Para muchos de nosotros como fanáticos, esa es la peor parte de todo esto. No es necesariamente que exijamos un deporte libre de drogas. Es que somos egoístas y queremos un deporte donde podamos apreciar el nivel atlético, la habilidad, la potencia y el corazón demostrado por nuestros guerreros favoritos sin tener que pensar en los asteriscos que carga cada uno de sus guantes.
 
Hay quienes piensan que el deporte está encaminado en la dirección correcta, que hay que atrapar a los peleadores y cancelar peleas para eventualmente llegar a un mejor lugar. Hay otros que ven todas esas agujas y contenedores de orina como una pérdida de tiempo, porque creen que todas las drogas que mejoran el rendimiento deberían ser legales.
 
Yo no tengo todas las respuestas. De hecho, no tengo ninguna de las respuestas. No hay soluciones que satisfagan a todos. Lo único que une a todos los fanáticos del boxeo es el deseo de ver peleas de calidad, y en este momento, la realidad de que los peleadores están usando drogas de mejora de rendimiento va en contra de ese deseo. Peterson-Amir Khan II y Berto-Víctor Ortiz II (dos peleas muy atractivas) fueron canceladas. Y las demás peleas que no son canceladas se realizan bajo cielos llenos de nubarrones de dudas.
 
Para quienes tratamos durante muchos años de convencernos de que el boxeo no tuvo problemas de drogas, esto se ha transformado en algo incómodo (a falta de una palabra más filosa). Y eso porque ni siquiera nos metemos en el modo en que esto va a afectar las votaciones del Salón de la Fama en años futuros. ¿Pueden imaginarse un Salón Internacional de la Fama sin Holyfield?
 
Imagínenlo. Vivimos en un mundo donde un boxeador puede dar positivo y aún así pelear en Showtime, pero si otro peleador da positivo no puede ni siquiera ser comentarista de Showtime. Vivimos en un mundo donde frases como «bolillas de testosterona», «prueba B» y «carne contaminada» son parte del lenguaje vernáculo. Vivimos en un mundo donde algunas cosas que alguna vez pensamos que eran ciertas ahora creemos que son altamente inciertas.
 
Era mucho más simple ser un fanático del boxeo cuando podíamos todos mirar para otro lado. Pero los eventos que se han dado en el 2012 hacen que eso sea imposible. Especialmente cuando todos sospechamos que lo único que hace que el 2012 sea diferente a cada año anterior es que más y más boxeadores están siendo atrapados.
 
PIE DE FOTO
 
Julio César Chávez Junior

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