Por primera vez, quizás por cristianos deseos, la sociedad norteamericana ha decidido dejar de saquear al mundo entero. Sin embargo, eso que debíamos considerarlo bueno y plausible, lo estamos condenando. El mundo quiere que los norteamericanos sigan comprando, que sigan siendo un mercado que no se cansa de acumular tonterías, pendejadas y más.
Ya tienen en los hogares más televisores que personas, más vehículos que seres humanos, más electrodomésticos que los que podrán usar tres generaciones sucesivas. A las casas primero empezaron fabricándoles grandes closet, luego pasaron a edificarles walking closet y después habitaciones closet; y aun así, esta gente compró tantas ropas que todos los llenaron. Ahora, los norteamericanos están cansados, no quieren acumular más, no quieren seguir siendo esclavos de las tiendas, y el mundo, que debería ver eso como bueno, como una forma de permitirle al planeta que descanse, que respire, lo está viendo como mal, como causante de una desgracia universal.
Esta semana, en Salvador de Bahía, Brasil, se efectuó la cumbre de América Latina y el Caribe. El tema tratado fue sobre Integración y Desarrollo. Nuestro presidente, el doctor Leonel Fernández propuso “que se establezcan condicionalidades a los mercados a futuro”; es decir, nuestro mandatario ataca los síntomas y se olvida de la enfermedad. ¿Por qué los mercados a futuro han tenido tanto desarrollo? ¿Por qué la gente invierte tanto dinero en algo en lo que nadie sabe lo que ocurrirá?
La razón está en que esos inversionistas poseen demasiados capitales y en la economía real; es decir, aquella dedicada a producir bienes y servicios que son necesidades humanas fundamentales, los mercados están satisfechos. No quiere decir que no haya necesidades humanas y que no haya gente pasando hambre, frío, sufriendo sed, no, esas necesidades existen, hay millones y millones de seres humanos viviendo en estado calamitoso, pero desde el punto de vista del capital no son considerados como mercado, pues no pueden pagar por lo que se le vendería. Así que los mercados a futuro no son un problema, son una solución; y buena, porque si esa gente decide invertir el capital que tienen en comprar tonterías, no habrá naturaleza que alcance.
Nuestro presidente no sabe de economía, pero aprendió a usar el lenguaje de Wall Street, aprendió a usar el vocablo de la bolsa de valores; y ese conocimiento le ha permitido ganarse la confianza del capital financiero internacional. Con nuestro secretario de Economía y Planificación el caso es peor, porque ni aprendió economía, ni a usar el lenguaje de Wall Street. Todo el que no sabe de economía para engañar a su mercado se dedica a coleccionar números, cifras que suelta como si fuesen un secreto de la Santa Inquisición. Y hasta ahora, a eso se ha dedicado nuestro secretario de Economía y Planificación, él colecciona números y aquellos que considera de suma importancia se los entrega al Presidente para que sea éste quien los suelte.
Así, por ejemplo, el presidente Fernández suelta en la Cumbre, que “permutas de créditos no pagados, equivalente a 60 trillones de dólares estarían afectados, lo que representaría el Producto Interno Bruto de todos los países del planeta”. ¿Qué estás diciendo? Puro lenguaje de Wall Street. Ellos lo ven, lo escuchan y gozan; y dicen: “¡Es nuestro prisionero!” Y gozan y disfrutan más cuando escuchan el otro diamante que regale nuestro presidente: “No hay forma de contener esa crisis, si nuevos instrumentos financieros fueron afectados por la especulación”. El no tiene idea de lo que ha dicho; pero, para Wall Street suena como bachata para nuestra plebe.
Como sé que hay mucha gente considerando un atrevimiento de mi parte el que afirme que el presidente Fernández no sabe de economía, voy a detenerme unos segundos para que el lector entienda lo que estoy tratando de explicar. Usted estudia una profesión y la aprende, pero el éxito suyo vendrá del hecho de que usted tenga “el Dios de la profesión”. Por ejemplo, su padre tiene un taller de mecánica y usted entra a trabajar con su padre a los cinco años, aprende a detectar en el olor de los vehículos el daño que traen, pero luego usted entra a la Universidad y estudia ingeniería mecánica. A ese conocimiento empírico de toda una vida usted le agrega el conocimiento científico de último nivel. La combinación de esos dos elementos le dan a usted el “Dios de la profesión” Pero suponga que usted es atleta y que ha tenido que pasarse toda la vida enfrentándose con los dolores musculares, si en su carrera universitaria usted estudia medicina y se especializa en medicina deportiva, su ventaja sobre cualquier otro médico especializado en la misma rama, pero que no fue atleta es inmensa. Usted posee el “Dios de la profesión”, él no.
En economía ocurre lo mismo: el que no estudia economía para ejercerla como una profesión destinada a planificar el uso humano de los recursos, sino que la estudia porque necesita hablar de ella, aprende a hablar de muchos números, pero no lo que las cosas nos están diciendo a través de los números.
Toda esa locura, todo ese lenguaje nació de Wall Street ha sido el que ha llevado al gobierno a cometer tonterías, tan grandes como la entrega de más de 2 mil 300 millones a las Zonas Francas, empresas que por las mismas reglas del capital deberían ser eficientes o desaparecer, sobre todo porque no están produciendo algo que forma parte de la esencialidad humana, sino que están fabricando ropa para los millonarios clientes de JC Penny, Banana República y demás. Es decir, los pobres dominicanos, que no tenemos agua en nuestros hogares, subsidiando a los millonarios clientes de esas tiendas. Y lo grande del caso es que esos clientes nos están diciendo que están cansados, que no quieren comprar más, que no tienen donde almacenar más cosas, y nosotros criticándolos por eso, condenándolos por eso.
En la Cúpula del PLD no hay un economista. Y Leonel va a las reuniones del CP y los engaña con su lenguaje de Wall STreet. Los pone a que le respalden compras de Tucanos, a subsidiar a los millonarios clientes de tiendas súper nice, y a que nos olvidemos de nuestro verdaderos desafíos: agua, electricidad, basura. La Cúpula del PLD no se avergüenza de que los dominicanos residentes en el extranjero envían a este país 3 mil 300 millones de dólares anuales y cuando vienen de paseo encuentran sus casas sin agua, sin electricidad y la basura como si fuese manzana navideña.
Pero, ellos si saben, como una forma de imitar a su líder, ir a un programa de televisión y decir “ las pérdidas de dinero a través de los mercados accionarios ha sido, en los últimos once meses, 34.5 trillones de dólares, cuando el PBI mundial, según el FMI, es de 62.3 trillones de dólares.
“Se han caído en casi todo el mundo, drásticamente, el precio de las viviendas y el valor de las pensiones que es lo que posibilita el endeudamiento de los consumidores (el consumo en los Estados Unidos es el 68% del PBI). De hecho, la demanda mundial de bienes y servicios se ha desplomado”. Y al escuchar esos fenomenales números uno se queda pasmado y le dice: Okay, se perdieron 34.5 trillones de dólares, pero a dónde fueron, los deudores se quedaron con ese dinero, dónde lo tienen. Hay una ley física que hasta ahora nadie ha podido refutar: nada se pierde, todo se transforma; entonces en qué se transformaron los 34.5 trillones de dólares.
Hay una ley económica de la que yo hablo siempre, pero los economistas y los políticos dominicanos han preferido no estudiarla. La ley sostiene que “la tasa de crecimiento del dinero es negativa”. Por esa razón, todos los bancos quiebran y como los fondos de pensiones lo que acumulan es dinero y tan pronto acumulan empiezan perdiendo, ellos también están llamados a irse a la quiebra, y se irán. Con ellos hay dos soluciones: O le permitimos a los banqueros que se lo roben o lo invertimos. Podemos invertirlo en nuestros verdaderos recursos, como son nuestros ríos, nuestros bosques, viviendas sanas para nuestros trabajadores y sus familias; o, incluso, así como se les vende autopistas a “inversionistas extranjeros”, vendérsela a nuestros trabajadores.