Los dos mil muertos en los fusilamientos de Paracuellos del Jarama, episodio atroz del la guerra civil española, le persiguieron durante toda la vida. Era la referencia que le cambiaba el semblante, porque las explicaciones para exculparse de esa masacre nunca fueron acogidas ni por los familiares de las víctimas ni por la ciudadanía independiente, pero eso fue una guerra y en la paz pocos políticos han contribuido tanto con el avance de la institucionalidad democrática como Santiago Carrillo.
Se ha sabido que hubo dos agentes de la policía secreta de Stalin: Alexander Orlov y Losif Grigulevich que agitaron las aguas para provocar el ambiente de los fusilamientos, pero sin dudas que algo sabía Carrillo por sus funciones de Consejero de Orden Público, y no movió un dedo para prevenir la barbarie, pero cuando a la democracia española le hicieron falta las guindalezas blindadas de alguien dispuesto a pagar con su vida el precio de la institucionalidad, ahí estuvo Santiago Carrillo.
La grandeza de sus aportes reside en que trabajó para el triunfo de sus ideas, aunque no fueran emparejadas con sus triunfos personales, que fue un hombre de convicciones muy firmes, pero que no desechó una sola oportunidad de lograr avances para la sociedad, aunque a él no le correspondiera cosecharlos.
El rey Juan Carlos, el ex presidente del gobierno Adolfo Suárez y él, son los padres de la transición española, y al único que le tocó aportar para no gobernar fue a Santiago Carillo.
Monitoreando la situación Europea desde este lado del charco, a Estados Unidos no le convenía que España terminara inclinada hacia el bloque soviético, por lo que decidió mover sus hilos para prevenir los extremos que desataran la ira revolucionaria.
Deben saber más de lo que han admitido del atentado terrorista reivindicado por la Eta, que hizo volar por los aires el vehículo blindado en el que se desplazaba el almirante Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, por la conclusión de que una transición radicalizada hacia la derecha, fortalecía la radicalidad de izquierda y se hacían mayores los riesgos de la sovietización.
Pero eran conscientes de que también tenían que prevenir el otro peligro, que lo representaba el amplio espacio que tenía el sentimiento de izquierda que no se podía tolerar que fuera encarnado por una fuerza comunista, que la que de mayor influencia tenía en esos momentos la encabezaba Santiago Carrillo.
Entonces se aupó a una izquierda más centrista para que mermara las bases de la izquierda radical y se relanzó al viejo Partido Socialista Obrero Español, mientras se intentaba mantener en la ilegalidad al partido de Carrillo. Es decir que el pago por sus contribuciones sería el de la exclusión, cosa que pudo saldar con inteligencia y coraje.
Los pactos de la Moncloa y la Constitución de 1978, hubiesen sido difíciles de lograr sin los aportes de Santiago Carrillo, quien en las primeras elecciones quedó relegado a una posición muy distante de su influencia y merecimientos, pero eso que no convino a Carrillo ni a su partido resultó beneficioso para España. Después, él mismo comprendió que a lo que Europa aspiraba, no era al modelo de la Unión Soviética, y se distanció dando paso a su propuesta del eurocomunismo, pero ya la plaza estaba copada por la socialdemocracia.