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Inseguridad desde las cárceles

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Que la población sufra la inseguridad en las calles y hasta en disímiles puntos del país, ya no es noticia. Tampoco lo es que desde las cárceles operen bandas; pero, que estén tan organizados con sus “puntos” de apoyo fuera, hasta ser capaces de organizar falsos secuestros y conseguir dinero de familias desesperadas, eso sí tiene que poner  a pensar con mayor profundidad a las autoridades.
 
El colega Bienvenido Carmona publicó en este multimedios DominicanosHoy, la triste historia que vivieron los familiares del pastor evangélico Manfredo Meriño, encontrado muerto en un río de Bonao, como consecuencia de un accidente y de cuya desaparición, al conocer la banda de delincuentes que opera desde las cárceles, en este caso de La Vega, sirvió para manipular la desesperación de los parientes y  estafarles inescrupulosamente.
 
El veterano periodista explica la magnitud de un chantaje, a través del cual exigieron por vía telefónica  el «rescate» por alguien que nunca estuvo secuestrado y por quien cobraron 70 mil pesos. De hecho,  el morbo criminal se puso en movimiento cuando  fue denunciada la desaparición del pastor y hubo un número telefónico donde llamar «para cualquier información». Ahí, en medio de la angustia paternal, aquella voz habló de: «él no está desaparecido, nosotros lo tenemos secuestrado y si no pagan lo que pidamos lo vamos a matar». Y claro que los familiares de Manfredo  pagaron, con la esperanza de ver a su hijo sano y salvo, que en realidad apareció días después  sumergido en su carro en un río de Piedra Blanca.
 
Caer en “ganchos” de este tipo  es factible para cualquier ser humano. Pero, la incertidumbre se hace reina  cuando cada quien se pregunta qué hacer en casos similares, cómo actuar y hasta dónde quienes se encuentran tras las rejas, han dejado de ser una amenaza para la sociedad, que confía en que ese sistema penitenciario y quienes les cuidan proporcionen el regreso de una persona arrepentida de hacer el mal…Al parecer la utopía  responde lo contrario: sin salir, siguen siendo peligrosos, sin descontar a quienes les apoyan desde afuera, que son peores aún.

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