Siempre hablamos con tristezas e indefinible duelo de lo que representan las cifras cuando sustituyen el concepto de lo humano. Por ejemplo, conocimos que el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) informó acerca de la elevación a 16 del número de muertes durante el feriado navideño, la mayoría por accidentes de tránsito y debido, en gran medida, a la imprudencia de los motoristas.
Aún quedan las fiestas que finalizan el año viejo año y el advenimiento del nuevo, cuando ya este operativo navideño deja en su primera fase un saldo de 215 afectados.
Y lo inconcebible es que siete menores, en edades que oscilan entre 4 y 17 años, se integran a la lista de los intoxicados por ingerir alcohol. En verdad, se atropellan las palabras cuando hay que calificar hechos de esta magnitud, sobre todo a la hora de catalogar a sus padres y/o responsables.
No pueden satisfacer los datos estadísticos que muestran la reducción en un 45% de los casos y un 12% con relación a las muertes ocurridas el año pasado, si se piensa en los hogares que arribarán a 2009 con la pena de las pérdidas humanas que son, en verdad, irreemplazables.
En todo el país se mantiene el amplio operativo destinado a cumplir el programa “Navidad Segura”, que según el general Rafael Oscar Bencosme Candelier concluirá el próximo siete de enero.
El llamado de las autoridades abarca a toda la población: hombres, mujeres, niñas y niños, al respeto de las leyes y en el caso de los adultos a manejar con extrema prudencia, evitar excesos con las bebidas alcohólicas y sobre todo a cuidar de los pequeños en el hogar.
Cada quien debe recordar que lo que está en juego es, precisamente, lo más importante de la vida: su propia existencia y la de su familia. Esperemos 2009 sin más penas…
