La Cámara de Cuentas fue monolítica en el primer comunicado y aún más en el segundo; allí no hay disidencia, ningún valor moral la divide, los intereses están claros y unánimemente defendidos. Sólo el Diablo es capaz de lograr tal nivel de maldad, de unanimidad; porque Dios opera bajo el libre albedrío, el Gran Arquitecto del Universo-GADU- cree que lo único que salva al humano es la libertad de su conciencia. Los jueces de la Cámara de Cuentas “decidieron de manera unánime” devolver el dinero que antes de “manera unánime” habían decidido que le correspondía como patrimonio legal y moral; y el Diablo sabe que así era.
Su falta de conciencia aparece dibujada en la foto de primera plana que el Listín Diario del sábado 27 de diciembre de 2008, publicara; todos rígidos, determinantes y sin ningún arrepentimiento. Es la clara imagen de la Corte de Satanás, es la amenaza firme y decidida en la que se le advierte a todos los que hicieron hablar a su conciencia de que “nos la hicieron, pero nos la pagarán”. En sus rostros puede apreciarse la mente de la maldad que planea sus caminos y el Diablo que dirige sus pasos. Allí es visible, sentible y palpable el juicio del juez que reflexionaba sobre la estupidez de los magistrados destutanados, sobre la división que produjo la caída, la que provoca el razonamiento que determinó el cambio, la preparación para la venganza: “Por ahora hay que dejarse chantajear, ya nos recuperaremos”.
Lo que mejor identifica a la actual presidente de la Cámara, “honorable” doña Licelot Marte de Barrios, su mejor identidad es la foto donde aparece honrando al dictador Trujillo, un acto que la une al descarado asesino y que la hace a ella, la convierte también, en un humano al que le es imposible jubilarse. Y no puede hacerlo porque su conciencia no tolera la paz del hogar, no soporta la cristiandad de la familia, una conciencia que encuentra su feliz desplazamiento en el trono público, donde basado en la interpretación de la ley se pueden hacer muchas maldades. A Trujillo hubo que ajusticiarlo y aquello fue poco; a ésta hay que despedirla y será muy poco. Homero Figueroa lo afirma en forma muy bella, poética: “El arrepentimiento es condición previa a la absolución, pero debemos recordar que toda absolución implica penitencia. El perdón, en asuntos del espíritu, se gana a fuerza de plegaria; en los administrativos, con la
pérdida del puesto”.
Insisto en que las cámaras legislativas, al juzgar por corrupción a los jueces de la antigua Cámara de Cuentas, dieron el primer paso en la historia dominicana para tratar la corrupción pública como se debe, como lo manda el principio de que la “corrupción pública se combate, se enfrenta, se elimina con institucionalidad, no con persecución policial”. Por eso, todo acto de corrupción debe ser juzgado en las cámaras y una vez cumplido el proceso de juicio, donde queden claro las razones que provocaron la penitencia administrativa, entonces proceder a elaborar una ley que estructure de nuevo la institución afectada, que regule en forma más eficiente su quehacer y garantice el desarrollo armónico de la sociedad.
Julio C. Valentín, actual presidente de la Cámara de Diputados y Reinaldo Pared Pérez, quien cumple semejante función en el Senado de la República, no pueden seguir ignorando su responsabilidad diciendo la gran mentira de que “ellos aprobaron un terna enviada por el Ejecutivo”. Todo el mundo sabe que de los tres poderes del Estado, el más perverso y proclive al robo, al crimen y a la búsqueda de impunidad es el Ejecutivo. Por esa razón se crearon las cámaras, para que sirvan de “checks and balance”, es decir, de control y balance. Y ese es el principio en el cual debieron haberse basado para decirle, con firmeza, con honor, con fuerza de causa: Señor presidente, esta gente no califica, esta gente deshonrara al país y a la administración pública, hará sentir miserable a cada hombre y a cada mujer que ha luchado por esta hermosa Quisqueya, harán que Duarte y Bosch, que Luperón y Fernández Domínguez vomiten su conciencia.
Las cámaras, nuestros legisladores existen para que creen “a government of laws, and not of men”, esto es, para que haya“un gobierno de ley y no de hombres”. Y basados en ese principio fundamental del mundo democrático, inspirado en la figura de Thomas Jefferson, pudieron haberle dicho: “Señor Presidente, la Cámara de Cuentas no puede seguir funcionando como está, allí no hacen falta jueces, porque ese no es un tribunal, es una institución fiscalizadora y por tanto sólo requiere de un director y dos subdirectores, sólo necesita profesionales de la fiscalización, no de agentes del mercado politiqueo comprado como cerdos enfermos”.
Y nuestros legisladores no pueden decir que ignoran esos principios, eso avergonzaría al mundo, hablaría muy mal de su conocimiento sobre la democracia. Benjamín Franklin, John Adams y Thomas Jeffferson lo dejaron claramente establecido cuando escribieron la Declaración de Independencia que el congreso aceptara y votara el 4 de julio de 1776, principios, valores fundamentales de la democracia que luego llevaron a la Constitución de los Estados Unidos, la más perfecta que humano jamás haya escrito. Señores legisladores, quizás ustedes lo han olvidado, pero yo se los recuerdo: Thomas Jefferson creía que “a government exists only if the people think it should”; esto es, en buen quisqueyano, “un gobierno sólo existe si el pueblo cree que debería”.
Si ustedes, señores legisladores, permiten esto, si ustedes le conceden a los actuales jueces de la Cámara poner en práctica la misión por la cual obtuvieron el puesto, si ustedes se niegan a enjuiciarlo y destutanarlos, si ustedes se niegan a elaborar una nueva ley que rija esa institución, si ustedes se niegan a entender que allí sólo se necesita un director y dos subdirectores, si ustedes se niegan a entender que allí se necesitan profesionales de la fiscalización, no politiqueros que se venden como cerdos enfermos, todo cuanto demostraran es que están controlados por el Diablo, que operan bajo la influencia de Satanás.