Washington.- A la vez que el congreso mundial del Sida acoge en Washington estos días a miles de expertos de todo el mundo, la capital estadounidense afronta su particular lucha contra el VIH con niveles propios de una «epidemia», superiores al promedio de algunos países africanos, como Ghana y Liberia.
Son las dos caras del VIH en una misma ciudad: los más de 20.000 investigadores y activistas de unos 200 países que pueblan esta semana Washington contrastan con las estadísticas locales, que advierten de que el 2,7 % de los washingtonianos tiene este virus.
Las autoridades locales hablaron en 2009 de «una epidemia severa y generalizada de VIH», una dura sentencia para la capital de la primera potencia mundial, que seguirá vigente hasta que los niveles no sean inferiores al 1 % de la población.
De momento, impulsado por un plan integral para su reducción, el porcentaje de infectados pasó del 3,4 % al 2,7 % entre 2009 y 2010, según el informe anual local.
A seis manzanas del Centro de Convenciones, donde se habla estos días de los desafíos mundiales contra el VIH y el SIDA, el recepcionista de la clínica Whitman-Walker repone preservativos en la entrada, un joven hispanohablante espera los medicamentos para su tratamiento y una mujer que supera los cincuenta mueve impaciente el bolígrafo con el que ha rellenado los datos para su prueba del VIH.
«Este centro me ha cambiado la vida, es tan necesario y útil», se confiesa Dereck, de 46 años, que inició hace un lustro la silenciosa lucha contra este virus que ataca las defensas -físicas, anímicas y sociales- y que ahora recibe un tratamiento piloto.
En los despachos del centro, que fue pionero en 1983 en ofrecer ayuda a los afectados del VIH, trabaja Juan Carlos Loubriel, gerente del Departamento de Salud Comunitaria de la clínica.
«Llevamos prácticamente treinta años trabajando en ello, pero hay personas que siguen sin darse cuenta del problema», se lamenta.
«Es una ciudad pequeña, con zonas más deprimidas donde hay menor conocimiento y acceso a los tratamientos, y también con mucho movimiento, con profesionales que están en ella dos o tres años solamente», apunta este puertorriqueño.
Aunque el rostro de los afectados no tiene edad, ni color ni barrio, hay comunidades en las que los afectados por el VIH y los enfermos de SIDA disparan las estadísticas.
«La población homosexual se mantiene como la de mayor riesgo y continúa como el grupo con más infecciones nuevas. Todavía experimentamos una mayor exposición», lamenta Brant Miller, de la asociación The DC Center, dedicada al colectivo de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) de la ciudad.
Entre los LGTB de la capital, uno de cada siete personas son seropositivas y, entre los que son afroamericanos, la afectación escala hasta uno de cada tres.
En la ciudad, entre 2008 y 2010, se duplicaron las infecciones entre las mujeres heterosexuales afroamericanas y hubo unas 800 diagnosis al año de promedio, según el informe anual de 2011.
«Tanto en la comunidad afroamericana como en la latina, hablar del VIH es un tabú y buscar tratamiento también», subrayó Loubriel.
Aquí tratan a los afectados y enfermos, pero también inciden en la prevención. Distribuyen preservativos y ofrecen la prueba del VIH sin coste alguno, enmarcado en una estrategia de la ciudad para poner fin a este lastre.
«En los últimos seis años hemos cambiado los fallos sistemáticos del pasado por la realidad de hoy en día», defiende David Catania, presidente del Comité local de Salud.
Se refiere a una progresiva mejora de la situación en el último lustro: un 24 % menos de nuevos casos de VIH y una reducción por tres de las muertes por Sida.
No se detectaron nuevos casos de VIH en niños, mientras que en 2005 la ciudad llegaba a concentrar una de cada diez diagnosis infantiles del país.
Que la XIX Conferencia Internacional del Sida tenga lugar hasta este viernes en Washington no es casualidad. Estados Unidos optó por su capital, por las alarmas de «epidemia», pero también por los avances conseguidos. EFE