No toma por sorpresa a la mayoría, el hecho de que Melchor, Gaspar y Baltazar no puedan visitar muchos de los hogares dominicanos “con las manos muy cargadas”, tal y como escribe en estas mismas páginas el colega Ronny Mateo.
Aún cuando los comerciantes extiendan sus expectativas de ventas hasta los días próximos y no pierdan las esperanzas de poder dinamizar las ventas de juguetes, el augurio de que “las pérdidas serán significativas” es evidente.
No necesariamente había que ser economista para comprender que 2009, arribaría con esta y otras realidades que afectan a toda la sociedad dominicana y al conjunto de países del orbe, sobre todo a aquellos que viendo acercarse la “tormenta financiera”, considerada por especialistas como apocalíptica, mantuvieron una “aparente” e “inalterable” postura de indiferencia.
Pasaron los días festivos de navidad y fin de año. Se abre enero con la pujanza de nuevos gastos que implican tradiciones como la de los Reyes Magos y en los hogares dominicanos, muchos progenitores estarán volteando los bolsillos, con la preocupación mayor, esa que va más allá de los juguetes y regalos que transportan los añejos camellos, para pensar en el regreso a las aulas de sus hijos y el costo de un curso escolar que se encarece cada vez más.
Es lógico que se haya reducido el grupo de compradores en las tiendas de juguetes, no sólo en el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo, sino en todo el país.
Tal vez muchas familias tendrán que pasar la responsabilidad de los tres viejitos reyes a la humilde vieja Belén. Porque los tiempos exigen posturas de ahorro, donde no serán excesivas las medidas de austeridad en cada hogar dominicano.