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La hazaña del PLD

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La hazaña del Partido de la Liberación Dominicana no es menospreciable: tres elecciones presidenciales consecutivas ganadas en primera vuelta con más del 50% holgado. Ni los partidos de Lula y Uribe, dos  mandatarios de altísima popularidad que asumieron como propias las candidaturas de sus sucesores, lo pudieron lograr.

Y que no me vengan con que el PLD ha disminuido su votación, cuando lo que ha hecho es recanalizarla a través de sus aliados, que ninguno ha sido más fuerte que cuando ha respaldado al morado,  ejemplo patético el de los votos de la Alianza por la Democracia, sorprendentes cuando ha endosado la candidatura peledeísta y pírricos al intentar el camino propio, o el reformista que postulando a Amable Aristy como candidato acabó rogando por un redondeo que no lo sacara del pastel mayoritario, y apoyando al PLD ha materializado ese propósito sin dificultad.

El 20 de mayo los dominicanos apostaron por el mayor período de estabilidad que haya conocido el país en democracia, lo que se hizo posible por varios factores entre los que sobresalen las cualidades del candidato que postuló, hombre prudente, capaz, eficiente y honesto.

Pero además de esas condiciones que propiciaron que Danilo Medina fuera el merecedor del respaldo mayoritario de los electores, hay que resaltar el papel desempeñado por los tres frentes en los que derivó la campaña del PLD en el tramo más intenso de la contienda,  que permitió a ese partido el lujo de movilizar en forma simultánea todas las regiones del país con las tres figuras mejor valoradas de la política criolla.

Hipólito Mejía subestimó a Danilo Medina, al extremo que se creyó en posibilidad de hundirlo sin molestarse a encararlo de manera directa, sino a través del ataque por asociación: lanzaba a Leonel Fernández al desprestigio y con él, se llevaba en el mismo saco a Medina; pero aún más, se sintió tan poderoso que al mismo tiempo pretendía llevarse al zafacón a Miguel Vargas Maldonado, pero al final su logro fue unificar al PLD y  alejar una integración plena de Vargas Maldonado, con los que escribió la crónica de la derrota esperada.

Hipólito Mejía era la peor opción para el PRD, porque era la más vulnerable,  además de que por su propia cuenta no podía hilvanar ningún concepto, cuando le escribían planteamientos que se presentaban a su nombre, se le podía desautorizar al instante. Ejemplos: ¿Con qué calidad puede cuestionar el uso de los recursos del Estado el mandatario que los empleó descaradamente para comprar una reforma constitucional e imponer una reelección contra viento y marea? ¿Cómo podía hablar de corrupción el que protegía a los corruptos de su gobierno? ¿Cómo puede hablar de institucionalidad un presidente que firmaba decretos en la espalda de las personas y tomaba decisiones de Estado jugando domino? ¿Cómo puede cumplir con la asignación del 4% para la educación el que lo disminuyó para derivar fondos a las fuerzas armadas? ¿Cómo puede inspirar esperanzas el que hundió la economía?

Así como reprobó  el examen al que se le sometió en una entrevista por TV, donde no respondió una sola de las preguntas formuladas, se achicharraba en la racionalidad del votante que buscaba cambio, no retroceso.

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