La campaña política muestra una gran verdad. Una catarata vergonzosa de críticas y calumnias. Pero, es notorio como la mayoría de la gente cree, asume esas disfamaciones, defiende las tribunas de informaciones interesadas sin reaccionar acerca del difamado.
Escuchar decir algo contra una persona, y no hacer nada, es ser indiferente a la injusticia que alimenta la disolución de la sociedad, solamente no se tiene duda y recelo que inquieta, desasosiega el ánimo o la conciencia. Todo aquel que difama, se siente por encima de los demás, está en el pozo de la ridiculez.
Nada en su defensa, pedir pruebas, saber la verdad desde la voz del difamado, realmente deja sospecha y se cree en lo que se oye. La difamación no la vemos solamente en quien difama, está también en el que cree rápido sin titubear lo que oyó y da calor a la sospecha.
Leyendo “Vida y misterio de Jesús de Nazaret” escrito por el sacerdote José Luis Martín Descalzo respiré las acusaciones de que Jesús estaba loco y las críticas de que compartía con los pobres y marginados de la sociedad judía. En la vida del Vaticano están las críticas. A Pío XII lo criticaban por no salir del Vaticano. Pablo VI por falto de seguridad, de confianza en sí mismo y a Juan XXIII por ser todo lo contrario, demasiado temerario. A Pablo II por no cuidar el protocolo y ser aficionado a esquiar y nadar.
Judas no aceptó el derrame de perfume en los pies de Jesús. Es evidente, ser cabeza sobresaliente crea inclinados a críticas. Nadie puede controlar lo que representa, no importa la sencillez de su vida. Nuestra historia sufre a un Duarte declarado traidor a la Patria y deportado hasta morir de tuberculosis en Caracas, Venezuela.
Es la gran debilidad de siempre ver faltas, inventarlas en el otro y no mirar a lo interior para sanar heridas. Realmente el humano es imperfecto y se niega a mejorar. El hombre no comprendió lo que Jesús entregaba y por eso Jesús no pudo cambiarlo a una vida en el amor del hombre por el hombre.
Es un deber moral ser cauto, perjudica criticar, mirar tanto para afuera ¿Qué razón tenemos para ser un consuetudinario juez? La ignorancia arrastra al descrédito. Lo correcto es ver en el otro nuestro propio yo. Abrazarlo en comunidad como Cristo nos enseña: “Ámense los unos a los otros como yo os he amado”. Sentencia de amor de vida en familia universal.
Las singladuras en esta selva humana enseñan que cuando el ser humano mira la otra vida para criticarla es por haber perdido la razón.
Lo que vemos en el ajetreo por el poder político son calificativos mal intencionados, desequilibrados, búsqueda de crear desconfianza, presentando al opositor como un portador de moral hipócrita, creador de males sociales. Esto lo viven como normal, espada de campaña, época actual del garrote, colmillos y garras. Entonces estamos entre humanos enfermos que debemos mirar en compasión.
Nuestro invitado de hoy, San Agustín: “Se bienvenido a mi mesa, pero no habléis mal de los demás”.
Meditabundo: crean sospechas, veneno disociador
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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