Este primero de mayo la clase obrera mundial celebra el Día Internacional de los Trabajadores, efeméride que tiene sus orígenes en la revolución industrial, a finales del Siglo XIX, en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, donde llegaban miles de inmigrantes de todas partes del planeta en busca de empleo y como en estos tiempos, con el sueño de una vida mejor.
Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores era la jornada de 8 horas. Hacer valer la máxima: «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa» constituyó la obra cumbre del proletariado, que era explotado sin ninguna consideración.
Sin embargo, para esta época el desafío más férreo de los ciudadanos del mundo es conseguir un empleo en su país de origen, que le permita vivir dignamente junto a los suyos.
A esta situación no escapa la República Dominicana, donde el nivel de desempleo asciende a un 18%. Siendo la población juvenil la más perjudicada, con un 4%. Condición que a su vez aumenta la línea de la pobreza nacional.
Esperemos que el panorama desolador que presenta la nación en torno a la clase laboral y desempleada pueda cambiar, para que cada dominicano tenga la oportunidad de desarrollar sus capacidades intelectuales y de esta manera mejorar su futuro y celebrar un Primero de Mayo como merecen.
