Que la VI Cumbre de las Américas concluyera sin una declaración final por la falta de consenso no debe sorprender a nadie, pues esta es la crónica anunciada del fracaso de un cónclave, donde se esperaba que los líderes de Latinoamérica presentaran posibles soluciones a los problemas comunes que afectan a las naciones de la región y ocurrió todo lo contrario.
El esperado evento que tuvo lugar en Cartagena de India, Colombia, desde sus inicios presentó un camino tortuoso que nunca superó hasta el final: al encuentro no asistieron Hugo Chávez, presidente de Venezuela; Rafael Correa, de Ecuador y Daniel Ortega, de Nicaragua.
Otros elemento que deslució la cumbre fue el retiro a destiempo de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, así como la suspensión de la reunión bilateral entre los mandatarios de Colombia y Brasil.
Los temas a discutir fueron cinco: seguridad, desastres naturales y medioambiente, integración física, acceso a las tecnologías y pobreza e inequidad.
El Gobierno de Colombia, como anfitrión, había puesto todas sus fichas para que esa cita pasara a la historia como la «cumbre de los resultados»; pero, no pudo evitar las discrepancias entre los distintos países del continente sobre los temas sensibles, que terminó sin una declaración conjunta, por lo que ya muchos hablan del “fracaso de la VI Cumbre de Cartagena”.
A la reunión no se invitó a Cuba, pero sí a Estados Unidos, que se hizo representar por su presidente, Barack Obama.
Luego de la costosa VI Cumbre de las Américas, todo da a entender que a los pueblos de Nuestra América-como la llamó José Martí-, aún les queda una larga espera para ver solucionados sus problemas de educación, alimentación, viviendas, salud, desigualdad social, entre otros.