En ocasión de la conmemoración del 168 aniversario de la Batalla del 30 de Marzo, dejé abierta esta pregunta en mí comentario de “El Sol de la Mañana”: “¿Tiene alguna calle o un callejón de Santiago, algún lugar público el nombre de Teodoro Stanley Heneken?” Es uno de los héroes del 30 de marzo, pero nadie lo menciona.
Los miembros de la Sociedad Secreta la Trinitaria, hermanaron en la conspiración contra Boyer con la Sociedad de los Derechos del Hombre y de los Ciudadanos, de Haití, el instrumento que llevó al poder al presidente Charles Hérard.
Inexpertos en la política, los trinitarios habían aprovechado la situación de vacío que se vivía en Haití para producir el golpe del 27 de febrero de 1844, y andaban contentos con el ascenso de su aliado en la parte haitiana.
Haití cargaba con una deuda muy pesada con Francia por el reconocimiento de su independencia, y requería de las recaudaciones que se hacían en el lado dominicano. Hérard nos puso en alerta de que no iba a aceptar esa independencia, y el 10 de marzo ya tenía 30 mil hombres para lanzarlos como huestes satánicas sobre el territorio dominicano.
Se pensó que la República de Duarte iba a ser tan efímera como la de José Núñez de Cáceres, pero Dios nos protegió. Usó como uno de sus ángeles, a Teodoro Stanley Heneken, un comerciante inglés que residía en Santiago, pero que al momento de los preparativos de la invasión de Hérard estaba en Cabo Haitiano y se percató de los detalles y corrió como pudo a traerles la noticia a los dominicanos, que gracias a esa información se prepararon para darle un recibimiento aterrador a las tropas haitianas.
José María Imbert, Fernando Valerio, Francisco Antonio Salcedo, Ramón Mella, que buscaba refuerzos en la Sierra, los refuerzos llegados de La Vega y Moca, Juana Saltitopa, todos estuvieron a la altura de la circunstancia histórica, gracias a las revelaciones de Stanley Heneken, con decir que el saldo de una tarde de refriega aquel 30 de marzo, fue de 715 soldados haitianos muertos, frente a uno dominicano.
Pierrot pidió tregua, oportunidad que los dominicanos aprovecharon para bajarle aún más la moral, presentándole un documento en el que se consignaba que Charles Hérard había muerto en la Batalla del 19 de Marzo en Azua. Optó por el regreso a su país, donde se percató que la información sobre la muerte de su presidente era falsa.
Hérard no había muerto, pero estaba empantanado en Azua y con el agua puesta en Haití, un patán de los hatos seibanos, había salido más sabio que él, como el primer encuentro de fuego en Azua favoreció a los dominicanos, creyó que éstos iban a coger confianza y se iban a quedar para otros combates a campo abierto, pero Santana, que no era pendejo, dejó Azua vacía y llevó sus tropas a Baní, dejando a Antonio Duvergé en el desfiladero del Número, lo que impidió que los invasores tomaran una pulgada más de territorio dominicano.