No hay duda de que la fe “mueve montañas” y hace andar, aún en los tiempos más difíciles. Este 21 de enero, dominicanas, dominicanos y personas de diversas nacionalidades realizan el tradicional peregrinaje hacia la Basílica de Higüey y muestran su amor infinito a la Virgen de la Altagracia, protectora de esta nación.
Y claro que los sufrimientos hallan en esta expresión de crédito una manera de fortalecer el espíritu, con la satisfacción de las promesas cumplidas y el emprendimiento de otras, como líneas de acción en el futuro inmediato.
Más de cinco siglos registran memorias de religiosidad y culto a “la representación feliz del misterio de la Maternidad Divina de María”, que es, en definitiva, la Alta Gracia.
Una vez más se repite este año lo que la historia recoge como la más antigua devoción registrada en América.
También son las homilías vías para exponer el dolor por las tragedias que sufre la sociedad dominicana, las carencias, los problemas sin resolverse con las escuelas, viviendas y servicios médicos, entre tantas necesidades.
Como en la Carta Pastoral de los Obispos, se habla en todas partes de enfrentar el consumo y tráfico de narcóticos y de acabar con la criminalidad, cuyo incremento requiere la intervención de leyes más enérgicas.
Para cualquier criollo o foráneo, resulta un verdadero privilegio visitar Higüey, capital de la provincia de La Altagracia, en la parte más oriental de la isla, con unos 150,000 habitantes.
Allí, donde se erige la Catedral, Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia, primer santuario de América, la veneración a la "Tatica, la de Higüey" constituye este año otra prueba de fe y esa esperanza de los fieles devotos por aspirar a una vida digna y mejor. Sin duda, pedidos así están presentes en muchas de las plegarias de este 21 de enero.