Los veredictos son resultado de un proceso que a veces se extiende por años y en ocasiones durante siglos. Es el caso del pueblo haitiano, donde la pregunta sigue siendo si la consigna de: «construir un Haití mejor» y las promesas de reconstrucción se han convertido en parte de esa tierra que lleva el aire y colma las tumbas de las más de 300 mil personas muertas como consecuencia de seísmo que les azotó hace ya dos años.
Todavía el más de medio millón de refugiados en tiendas de campaña sufren de escasez de servicios básicos como el agua y no acaban de ver convertida en realidad la inversión de los $500 millones para construir 50 escuelas nuevas dedicadas a los niños pobres; 200 millones para darle a Puerto Príncipe su primer sistema de tratamiento a las aguas residuales; 224 millones para crear un parque industrial que daría trabajo a 65 mil personas en la industria textil y mucho más…
Tras cumplirse el segundo aniversario del temblor, poco más de la mitad de los $4,600 millones prometidos han sido invertidos, sin resultados fehacientes y la figura del ex presidente estadounidense Bill Clinton, enviado especial de la ONU para la nación y copresidente de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH), parece enfocarse hacia linderos que no acaban de dar luz a tan enredada situación.
Encima, el presidente Michell Martelly enfrenta otras crisis que van más allá de lo económico y social y que tienen que ver con el robo de la ayuda internacional y esos fantasmas que rodean los contratos firmados entre el Estado y empresas del funcionario dominicano Félix Bautista, unido esto a las discusiones por su nacionalidad y las disputas con el parlamento.
Si bien Bill Clinton habla de “hacer las cosas bien por primera vez» y que en muchos casos no está “tratando de reconstruir nada” y aun cuando ha sido condecorado por Martelly con la “Orden Nacional Honor y Mérito” en el grado de “Gran Cruz” y este último afirma su “enorme apoyo”, mentes expertas que hablan del carácter cíclico de la historia cuestionan si con esta grave afectación de gobernabilidad haitiana, que pudieran dar al traste con un estallido social, los Estados Unidos retornarían a su “misión de gendarmes del mundo” e intervendrían, en caso de que la Minustah no pudiera garantizar “la paz y seguridad en el país caribeño, con el cual República Dominicana comparte frontera”.
En fin, que una vez más la situación haitiana, unida a la complicidad del Gobierno dominicano en la crisis, hace que esta nación se inquiete y en verdad, no es por gusto.
Clinton, RD y Haití
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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