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Meditabundo. Pagamos la campaña electoral

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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(Quinta parte)
 
En las campañas electorales hierven las ansias de empleo, (E´pa fuera que van) esta pasión en un pueblo es el mayor golpe que se puede dar a la moralidad, porque cuando se quieren decididamente ya se ha calculado de antemano el precio de la corrupción. Vemos los personajes ejerciendo el transfuguismo, corren en pos de ellos y cuando un país llega a este extremo de solicitar empleos por el dinero, ya no hay verdadera dignidad de carácter.
 
El tiempo ha cambiado, la mala acción, la inmoralidad se pasea placentera con su más mala disposición que puede hallarse en los entronizados, la ponen de moda, se lisonjean de sus teneres de lo ajeno, y se propaga con la furia de un ciclón tropical azotando el erario público.
 
Se pierde la moral pública, la base de todas las leyes y reina la creada diosa impunidad. Esa es la democracia de los enemigos del Decálogo Duartiano. Estamos en la grave pendiente, pues la moralidad pública pertenece al dominio especial de la razón y de las luces, porque es su resultado natural, y a nadie puede hacerse retroceder estas últimas.
 
La esperanza está viva, las buenas costumbres públicas hay que exigirlas, ejercerlas, todos estamos obligados, es posible cuando se lucha contra el mal. Hay que tomar las medidas de la razón y equidad, que son las primeras bases   de los altos intereses cívicos del ciudadano.
 
En el tren de la campaña electoral sube el astuto, adulón,  sinvergüenza. Consigue un empleo para buscar lo que considera su recompensa y resulta que no es dado a todos el ser hombres de Estado, ciencia que requiere contextura particular fundamentada en la moral que raramente se encuentra.
 
El ejercicio mental de meditabundo, por lo regular se detiene en el tiempo retrospectivo en la biblioteca de Cannes, Francia, 1953. Recorre página en el bitácora almacenado en la memoria y despiertan los apuntes que con agrado entrego. Del libro Los Deberes, escrito por Cicerón, que aprendimos. Es un retrato fiel de los politicastros dominicanos: “Los hombres ambiciosos no escuchan la voz de la razón ni se inclinan ante el público o la autoridad legítima, recurriendo a la corrupción y a la entrega para obtener el poder supremo y hacerse los amos por la fuerza, antes que la igualdad ante la ley. Tales hombres se convierten inevitablemente en esclavos de la plebe, y como esclavos de un populacho ignorante y caprichoso, al final dejan de ser hombres poderosos”.
 
Me pregunto: ¿“se está en Dominicana, nuestra patria, alimentando al tigre”? Ojalá la fiera no escape del enjaulado. Pienso así, por la pérdida de la razón, no pueden disimular, muestran ambición egoísta, codicia dañina, acción totalmente incontrolable, tirando el dado súper cargado que acrecienta la carestía de la vida en todo sentido. Lo que palpamos, sentimos es increíble, somos humanos. No tienen la mínima preocupación por obrar honrada y justamente.
 
Nuestro invitado de hoy, Abraham Lincoln: “Desear la inmoralidad es desear la perpetuación de un grave error”.
 
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.
 

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