La noticia acerca de la construcción en la Isla Saona de una estación naval financiada por Estados Unidos ha generado múltiples debates, sobre todo en el sentido de si la obra viola o no la soberanía nacional.
Aun cuando la Marina de Guerra dijo que el lugar no será ocupado por agentes norteamericanos, “y que sólo estará vigilado por marinos dominicanos”, el tema merece múltiples enfoques. Por ejemplo, ¿qué requisitos exige la Ley dominicana para que un buque de guerra extranjero pase por las aguas territoriales amparado al pasaje inocente (o sea, sin violar la Ley)?
¿Hasta dónde la obra, que tendría una inversión de más de 50 millones de pesos (equivalentes a US$1.5 millones de dólares) donados por el gobierno norteamericano, responde a un acuerdo de cooperación entre la República Dominicana y el Gobierno de los Estados Unidos? ¿No tendrían que opinar otras instituciones competentes y decisivas a la hora de llevar a cabo compromisos de tal envergadura?
Se habla de que tal emplazamiento implica “un reforzamiento del área para enfrentar los viajes ilegales, y acciones ligadas al narcotráfico” ¿Realmente, se trata de esto? Son muchas las intromisiones que los pueblos de América han tenido que pagar- y muy caro-, a través de los siglos.
La historia habla por sí misma.
Los cientistas protestan con razón ante una construcción cuyos efectos resultarán nocivos para el ecoturismo y a la reserva de la isla Saona. Se reafirma que viola la Ley 64-00 de Medio Ambiente: “por el tipo de estructura, y que la instalación provocaría efectos negativos, y por entender que las áreas protegidas deben ser preservadas”.
Al debate se suman muchas organizaciones más, entidades, organismos y ya se escuchó la voz del senador Julio César Valentín, quien considera que “el concepto de Soberanía en la lucha contra el crimen merece ser recontextualizado, puesto que se necesitan respuestas contundentes contra ese flagelo”.
El profesor Néstor Julio González Díaz escribe: “No podemos negarnos, ignorar, no resistimos callar lo que el amor de patria Duartiano reclama: el país está en crisis moral y económica. La corrupción y los constantes préstamos son la cruda realidad. El que gasta más de lo que adquiere está en banca rota. Nuestra inclinación es aferrarnos al: Decálogo Duartiano”, y dentro de este señala, en el aspecto número tres: “ Jamás permitas que ninguna porción de su territorio sea cedida a alguna nación extranjera”.
¡Ojo con la soberanía!
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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