La vida en la opulencia obtenida en el ejercicio de la política nos retrotrae a la presencia y voz de reclamos del líder de los obreros portuarios Mauricio Báez (1944). También a la democracia que grita generando un clamoroso estruendo de dolor que sacude la conciencia nacional. Vemos que la corrupción es demasiado dañina, insoportable, entronizada en residencias suntuosas, villas campestres y playeras, rodeadas de casuchas miserables donde languidecen los que engañados les dieron el voto a los nuevos millonarios.
Se está perdido cuando se acepta a quien hace de la corrupción el camino de la riqueza. Esta felicidad nos recuerda la lírica de Ennio, poeta de la Roma antigua: “por cualquier motivo la suerte muchas veces, no hay nadie a quien la fortuna le haga siempre fiel”.
La amargura y males sociales de nuestro país están en el reinado de la diosa impunidad. El presupuesto es deficitario, la catarata de préstamos crece. Es fácil diligenciarlos a sabiendas que la pagarán las generaciones venideras. ¡Qué honesta herencia!
Las violaciones a la Constitución y leyes con fines de intereses personales crean motivos que impulsan a los pueblos por caminos no deseados y a veces resultan peores los resultados, pues siempre está al acecho el del sable y fusil. Esto sucedió en Cuba, los gobiernos de los doctores Ramón Grau San Martín y Prío Socarras, con el asalto doloroso del dictador Fulgencio Batista. ¿Qué enseña esta historia?
Las declaraciones de bienes de los que van a ejercer cargo público, nos presentan que la vida, igual a la escena de un drama, no importa cuánto haya durado, sino la manera en que haya sido representada.
Poco importa en qué momento se termine. Acabe donde acabe, solo precisa que tenga un buen final y esas declaraciones quisiéramos creerlas. Cuando no le tememos a la pobreza, no hay penuria posible. Si no tenemos nada no nos hace falta nada. Y no existen dos cosas que deban eliminar. El temor a la justicia y la memoria de los males que hicimos.
Vemos al viejo Caronte llevando en su barca a unos difuntos corruptores y corruptos por el pantano que el río de la pena, el Aqueronte, crea en torno al Hades. Y los deja en el Aspódeles donde irán al tártaro infernal las almas de los perversos. Caronte los desprecia, fueron tan avaros que no dejaron el dinero para pagar el viaje.
Nuestro invitado de hoy Isócrates: “sal de los cargos públicos más honrado, pero no más rico, que las alabanzas del pueblo valen más que todos los haberes”.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.
Meditabundo. Realidad Dominicana (Segunda Parte)
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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