Los 10 recientes temblores de tierra de magnitud superior a 4.2 Richter, ocurridos en las vecindades de San José de Ocoa, en las vecindades de la isla Saona y en la zona sur de Río San Juan, han provocado un extraordinario pánico en una población dominicana carente de la debida información oficial, pero que ha estado muy preocupada desde que el día 12 de enero de 2010 un sismo de magnitud 7.0 Richter mató 300 mil personas en la vecina ciudad de Puerto Príncipe, en el suroeste de nuestra isla Hispaniola. “Y nadie había asustado a Puerto Príncipe”.
Pero todo el que ha tenido la oportunidad de viajar a Puerto Príncipe, luego del 12 de enero de 2010, ha podido ver que las 300 mil viviendas colapsadas, los 40 mil comercios destruidos y las 5 mil escuelas aplastadas, incluyendo el palacio de gobierno, la catedral, el palacio de justicia, el hotel Montana, los bancos y los edificios de oficinas de las empresas de ingeniería, estaban todos sobre suelos arcillosos y arenosos de mal comportamiento sísmico, y que todas las viviendas de muy mala calidad, construidas sobre la roca caliza de buena calidad, se quedaron de pie, y no sufrieron ni grietas, pues tal y como dice el Evangelio de Mateo, 7:24-27, el hombre prudente construye sobre roca y el hombre insensato construye sobre arena.
De inmediato, muchos constructores dominicanos se apresuraron a decir que la tragedia de Puerto Príncipe era fruto de la ausencia de códigos de construcción, de la falta de varillas de acero y del uso de concreto de mala calidad, sin embargo, la inspección de los escombros demostraba todo lo contrario, y era evidente que la tragedia estaba en la inobservancia de que los suelos arcillosos y arenosos amplifican el espectro sísmico y hacen colapsar las estructuras levantadas sin el debido rigor sismo resistente, porque fueron edificaciones levantadas para trabajar bajo condiciones estáticas, pero que fallaron por efectos cortantes al entrar en un inesperado régimen dinámico, tal y como ocurrió en el pasado colonial con las ciudades de Santiago y La vega, las que fueron totalmente destruidas por los sismos de la zona norte.
La más importante lección del terremoto de Puerto Príncipe es que todas las edificaciones fallaron por efectos cortantes en las columnas, lo que provocó el colapso vertical de las edificaciones y provocó que las losas de techo aplastaran a las personas que estaban bajo techo.
Fue evidente que en muchos casos las losas de techo cayeron sobre objetos grandes y fuertes y dejaron un espacio hueco a su alrededor, permitiendo que algunas personas que se encontraban en ese espacio hueco sobrevivieran al colapso. Ese espacio hueco es denominado triángulo de vacío, o triangulo de vida, porque en muchos terremotos ha salvado muchas vidas.
Pero el pánico producido por los recientes temblores de tierra en la República Dominicana ha llevado a los medios de comunicación a buscar información sobre la sismicidad de la isla Hispaniola, sobre lo que se debe esperar en el futuro cercano, y a preguntar qué hacer antes, durante y después de un sismo, lo que ha hecho aflorar discrepancias profundas entre lo que puede pasar en ciudades como Santiago y el Cibao, y dónde debe ubicarse la gente al momento de un terremoto.
Es lamentable escuchar a experimentados ingenieros constructores santiagueros decir que en caso de un gran sismo cercano a la ciudad de Santiago allí no ha de pasar nada porque los edificios de Santiago están preparados para soportar un sismo de 8.0 en la escala de Richter, olvidando que el viaducto de Hanshin, en Kobe, Japón, reforzado con suficiente acero para soportar un sismo de magnitud 8.2, colapsó en 1995 con un sismo de 7.3, es decir, un sismo 10 veces menor que el esperado, y todo porque la aceleración del suelo arcilloso fue el doble de la aceleración de diseño. Y eso que Japón es un país muy bien preparado para los eventos sísmicos, donde se respetan las rigurosas normas de construcción con sismo resistencia, mientras en la Rep. Dominicana cualquiera hace lo que quiere, donde quiere y como quiere.
Los ingenieros santiagueros que así opinan, hablan como constructores que cuidan su nombre frente a sus obras y frente a sus clientes, pero saben muy bien que un sismo de 8.0 Richter dejaría tierra arrasada en Santiago, como en el pasado colonial, y en lugar de ellos sumarse a los esfuerzos para crear conciencia sobre la vulnerabilidad de las obras levantadas sobre suelos flexibles, y hacer un llamado al reforzamiento de las estructuras vulnerables a sismos, salen a atacarnos, al igual que algunos periodistas indolentes, diciendo que estamos asustando a la gente, como si nosotros fuéramos los responsables de los temblores de tierra, y fuéramos los responsables de las malas decisiones ingenieriles que ponen en peligro a la población del Cibao.
Algún periodista o ingeniero podría decir que el terremoto de Puerto Príncipe mató a unas 300 mil personas porque algún geólogo estuvo asustando a la gente. Creemos que no. Y muy por el contrario, si algún geólogo haitiano hubiese estado advirtiendo frecuentemente de la posibilidad de un sismo mayor, entonces la gente se hubiese preparado y la tragedia hubiese sido menor.
También es lamentable escuchar a las autoridades del Centro de Operaciones de Emergencias (COE) incurrir en dos graves errores: el primero de ellos decir que en caso de un sismo la gente debe colocarse debajo de una mesa (Eso ayuda a que la gente quede aplastada), y el segundo error es decir que solamente ellos tienen autoridad y calidad para informar a la población sobre los fenómenos naturales, como si estuviésemos viviendo la dictadura de la Era de Trujillo, donde muchos guardias hacían lo que querían, incluyendo leer al revés, por no saber leer.
El pueblo dominicano recuerda muy bien que el 22 de septiembre de 1998, cuando se acercaba el huracán Georges, fue el Director de la Defensa Civil quien dijo públicamente que el huracán no vendría al país, mientras todos decíamos que era inminente el paso del huracán por el centro del territorio dominicano, y cuando el huracán penetró al país, y provocó estragos, el Director de la Defensa Civil admitió haber mentido para que la gente no ocupara los refugios. En la Mesopotamia murieron 185 personas y al Director de la Defensa Civil no se le destituyó, lo que indica que habló y actuó por órdenes superiores del gobierno. Y nada pasó.
El pueblo dominicano recuerda muy bien que el 28 de octubre de 2007, cuando entró la tormenta Noel por la región Suroeste de la Rep. Dominicana, las autoridades de socorro no estaban de servicio y la tormenta rápidamente se extendió desde Barahona a Ocoa, a Bonao, a Cotuí y a todo el Bajo Yuna, sin que el pueblo fuese enterado anticipadamente de lo que se acercaba, y la destrucción fue extraordinaria en viviendas, carreteras, puentes y en las centrales hidroeléctricas de Jigüey y Aguacate, incluyendo unas cien muertes cerca de Villa Altagracia. Y nada pasó.
El pueblo dominicano recuerda muy bien que el 11 de diciembre de 2007, cuando entró la tormenta Olga por la región Este de la Rep. Dominicana, advertimos durante 10 horas, a través de la emisora Zeta 101, que esa tormenta descargaría muchas lluvias sobre la presa de Tavera, y que como la presa de Tavera estaba en la cota 325 msnm, es decir, 5 metros por encima de lo establecido por el protocolo de operación del complejo Tavera-Bao-López-Angostura, era necesario proceder a evacuar temprano a la gente de Bella Vista y Rafey, en Santiago, y proceder a abrir gradualmente las compuertas de la presa, porque de lo contrario a media noche tendrían que abrir súbitamente las compuertas, inundarían a Santiago y matarían a la gente.
Ante nuestras advertencias públicas, las autoridades de socorro, las autoridades del INDRHI, y las autoridades de la EGEHID llamaron a la Zeta 101 para decir que estábamos asustando, que todo estaba normal y bajo control en la presa de Tavera y que no había nada de qué preocuparse, pero a media noche, cuando entró la crecida pico, el nivel de la presa subió, los operadores abrieron de golpe las seis compuertas de la presa, inundaron a Santiago, mataron 300 personas, y nadie fue destituido por ignorancia, ni sometido a la justicia por negligencia, como ocurre en otros países.
El contraste entre la información científica y la desinformación oficial es la razón por la cual las autoridades del COE no quieren que los especialistas opinen sobre estos temas, porque si ningún especialista opina sobre lo que puede pasar, ellos pueden justificar sus graves errores y su desconocimiento científico, diciendo que son eventos incontrolables de la naturaleza, además de que esos eventos le permiten al presidente de la República presentarse como un socorrista que llega cargado de mosquiteros, colchonetas, comida caliente, y 5 mil pesos para cada familia damnificada que ahora verá al Presidente como su protector y salvador, como ocurrió en Santiago. Qué país.
El contraste entre la información científica y la desinformación es la razón por la cual algunos ingenieros santiagueros no quieren que se hable de la vulnerabilidad de las edificaciones levantadas sobre suelos flexibles, porque si ningún geólogo reconocido lo dice por adelantado, el día que venga el sismo, y se caiga casi todo, ellos pueden decir que fue un terremoto muy grande, y que en los países desarrollados los terremotos grandes también destruyen todo.
Este es el país de la desinformación, donde siempre se juega a la ignorancia de una parte importante de la población, donde se juega al analfabetismo de casi un 20% de la población, donde el 88% de las escuelas públicas y privadas no alcanza el 70% de aprobación, donde se juega a que el gobierno y los ingenieros constructores siempre tienen la razón, y donde se juega a que si algún académico entendido en geociencias intenta orientar correctamente a la población está cometiendo un grave pecado y merece la excomunión. Ese es nuestro país.
Algún día el pueblo se sacudirá y ese será el día en que nuestra tierra verdaderamente temblará.