Hay que entender que el primer paso fue dado para contrarrestar el pánico, una reacción lógica ante el acelerado deterioro del sistema financiero mundial el cual había que apuntalar de inmediato al costo que fuese.
Una vez estabilizado aunque parcialmente, y habiéndose enviando el mensaje de que el gobierno de los EEUU seguido por los de las principales naciones industrializadas en Europa y Asia respaldarían a sus instituciones financieras, quedó claro que el sistema no colapsaría. Con esa acción se establecieron las bases para continuar con el siguiente paso, o sea diseñar las medidas de apoyo generalizado para reactivar las economías.
Los sectores claves como el automotriz en EEUU, recibieron apoyo como señal inequívoca de que la ayuda se ampliaría hacia aquellos componentes considerados pilares de la economía, ya sea el industrial o de servicio, para lo cual el paquete no solo puede limitarse apuntalar las empresas claves directamente, sino que debe incentivar el consumo, ya que de lo contrario no serviría de nada invertir en esos sectores. De ahí que se incluya en el proyecto incentivos fiscales para proveer mayor liquidez, combinados con recursos financieros específicamente destinados al sostenimiento de los niveles de endeudamiento de los consumidores a través de las tarjetas de crédito. Todo en aras al consumo.
Las economías desarrolladas o en una etapa aceptable de desarrollo están fundamentadas en el crédito al consumidor, y el aparato productor actual se fundamenta en la capacidad futura de pago, desde 30 días para el pago de los servicios como energía eléctrica etc. hasta 30 años para una vivienda. El sistema no puede frenarse ni mucho menos restringir las economía a producir conforme a la capacidad de compra ya generada, o sea al dinero efectivo disponible sin el crédito.
Aunque sea deseable a largo plazo, en estos momentos tampoco se puede reducir el elevado índice de endeudamiento de los consumidores. No obstante parezca contraproducente, se requiere mantener la capacidad de crédito a los niveles existentes antes de la crisis, para que las economías puedan sostenerse, y posteriormente ir haciendo los ajustes necesarios paulatinamente, para que se reduzca la dependencia de los consumidores en el nivel de crédito actualmente requerido para cubrir gastos que muchos consideran esenciales pero que en realidad no lo son. Se requiere de una crisis de esta magnitud para que la sociedad ajuste su comportamiento en el consumo. Por otro lado si este no se estimula, las economías se contraerían a un nivel imposible de estimar, seria algo así como volver a mediados del siglo XIX con consecuencias inconcebibles.
El dilema de los gobernantes es como aplicar recursos que también representan deudas para el Estado, las cuales serán pagadas por generaciones venideras, bajo el argumento que el mundo debe seguir progresando y ellos vivirán“mejor” como resultado de las medidas adoptadas hoy. Lo bueno para esos gobernantes es que esas personas aún no están presentes para tener que explicarles y convencerlas de “que pagarán con sus sacrificios un programa muy costoso considerado bien diseñado; justo y eficaz, cuya implementación fue necesaria por deficiencias y errores cometidos; incapacidad administrativa; fallas de reglamentación y supervisión combinados con un desmedido deseo de algunos individuos de enriquecerse descaradamente a costa de los ahorrantes e inversores, los cuales fueron intencionalmente mantenidos ignorantes muy al margen de maniobras sofisticadas cuyo propósito fue obtener cuantiosos beneficios a su costa”. ¡Dudo que lograran convencerlos de que sean ellos los que paguen los platos rotos! Sin embargo su ausencia otorga…
El problema es que no solo se trata de evaluar el uso de esos recursos del Estado que en realidad provienen de la gente, sino de aplicar garantías necesarias para asegurar que surten el efecto deseado sin que se despilfarren. Deben emplearse medidas que aseguren que en un plazo de tiempo preestablecido (de varias décadas),esos recursos serán recuperados en su totalidad al valor actual.
Algo así como por ejemplo los gastos incurridos en la segunda guerra mundial por los aliados occidentales los cuales fueron financiados con la emisión de bonos desde el inicio de la contienda. También hay que juzgar y penalizar a los responsables de la situación, y por último implementar de inmediato medidas correctivas efectivas para evitar las posibilidades de una repetición aunque sea a una escala menor.
Creo que esos componentes faltan aún en el programa de rescate y habiéndose frenado temporalmente la caída en espiral de las economías, bien harían los hacedores de las políticas económicas en ponderar tanto el rescate como el saneamiento permanente del sistema financiero global y las correcciones necesarias en los componentes fundamentales de los mercados de capitales. Ah! y legislar para un castigo justo y ejemplar a los culpables, claro está