Los desastres de las cumbres celebradas para salvar al planeta siguen siendo una rutina incalificable. Así ocurrió en Copenhague, hace algún tiempo, donde se reafirmó que el egoísmo humano sólo puede llevarnos a destrucciones y muertes seguras.
Consecutivamente, los 27 Estados miembros de la Unión Europea se unieron en una nueva Cumbre de ministros de Energía y Medio Ambiente, en Sevilla (España), donde resultó “espectacular”, como señalaron fuentes informativas, “el dispositivo policial, incluso con participación del ejército”, que se desplegó por toda la ciudad.
El asunto es que había muchas esperanzas cifradas en la cita de Copenhague, y su fracaso sólo logró profundizar el descontento y la falta de confianza, como ocurrió después y ahora en Durban, Sudáfrica, donde “a sólo un día de llegar a su epílogo la XVII conferencia ambiental de Naciones Unidas, en la mesa de negociaciones permanecen insoluble un arcoíris de temas, varios de ellos clave para salvar al planeta”, tal y como lo describe el colega Enrique Torres.
De nada han valido discusiones y propuestas para la aprobación del segundo período de compromisos del Protocolo de Kioto, la puesta en operación del Fondo Verde del Clima y otros tópicos, como la transferencia de tecnología y el Comité de Adaptación.
Se habla de “agotadoras jornadas de cabildeo en grupos de contacto, bloques regionales y otros espacios de negociación”, sin que aparezcan de una vez «soluciones constructivas», porque en Durban los convenios “permanecen atascados” y los representantes de 194 países y bloques regionales casi concluyen como ocurrió en la cita de Cancún en 2010, similar a una torre de Babel, cual si hablaran en disímiles y precarios idiomas. A pesar de que se sabe que la madre tierra sufre y cobra los desafueros…
Insolubles negociaciones climáticas
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