Con el anuncio de la llegada del habitante “siete mil millones”, en medio de la crisis global que vive la humanidad, las Naciones Unidas (ONU), se preocupan por el tema. Ya desde la pasada semana, divulgaron un informe titulado las Perspectivas de la Población Mundial, mediante el cual advertían sobre el continuo ascenso de la masa demográfica del mundo: según cálculos unas nueve mil 300 millones de personas existirán en 2050 y más de 10 mil millones a finales del presente siglo.
Todo lo anterior lleva a reflexiones impostergables: habrá que invertir y mejorar las condiciones de salud, infraestructura y los servicios que requieren las personas. Pero, a su vez, la población envejece y otra interrogante es: ¿cómo se darán los cuidados requeridos a las personas envejecientes?
Alcanzar los 7 mil millones implica un desarrollo en la educación, la tecnología, en todos los renglones. Entonces, ¿cómo educar a quienes apenas tienen acceso a la más mínima enseñanza? ¿Cómo mejorar la eficiencia de los sectores productivos; pero, enseñar a la población en general a consumir menos?
Los retos demográficos, sociales y económicos se abren paso. La producción de energía eléctrica, el uso del agua y la producción de alimentos están conectados por la dinámica de la producción.
El planeta enfrenta un gran reto: crecemos, pero la indisciplina mundial afecta el medio ambiente y a la madre tierra en general. Como se ha dicho, el futuro dependerá del comportamiento del llamado índice de fecundidad. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anunció que el nivel de siete mil millones alcanzado es dos veces y medio superior a la población existente en el planeta hace solo seis décadas.
No hay dudas, más allá de las cifras urge alcanzar ese sueño de un desarrollo con equidad, sostenible y el otro, aún más lejano: cerrar la brecha entre ricos y pobres.