El candidato presidencial de la Alianza Por la Democracia (APD), Max Puig, ha dicho que lo que más le preocupa de la sociedad dominicana es la desigualdad social, la cual no es homóloga al concepto de pobreza, en la medida en que países pobres mantienen un nivel más o menos homogéneo de vida social, en tanto que aquí la desigualdad es demasiado evidente.
Para Puig, “los altos sueldos de los funcionarios del Gobierno dan una bofetada a la pobreza y reitera que el modelo económico actual está agotado porque genera riqueza y miseria al mismo tiempo”.
De la injusticia social y la necesidad de un modelo de desarrollo económico que garantice empleos y salarios de calidad, no sólo se preocupa el candidato presidencial de la APD, sino millares de personas, entre las cuales están quienes en Estados Unidos demandan “acortar la brecha entre ricos y pobres, en un movimiento que ya llega a la mayoría de las regiones del país”.
Es cierto que siempre, a través de los siglos, han existido los indignados y las protestas se han manifestado de diversas maneras; pero no hay duda de que lo que acontece en estos días finales del año 2011, impresiona como uno de los acontecimientos más trascendentales del siglo XXI.
Los indignados recorren Norteamérica, Europa, América Latina… como ejército mundial de inconformes, donde a un gran número de desempleados, muchos de ellos profesionales, se unen “maestros, empleados públicos, estudiantes, sindicalistas, entre otros”.
Los gobiernos deben prestar mucha atención a las señales, que siempre propugnan cambios. Max Puig no se equivoca: “acortar la brecha entre los que poseen el capital y la fuerza laboral” es tema esencial de estos días. El columnista Paul Krugman advierte “queda por ver si el movimiento va a cambiar la dirección de Estados Unidos… el modelo neoliberal ha demostrado que el crecimiento económico por sí mismo es incapaz de reducir la pobreza”.
De todos modos, “la indignación” cunde en todos los territorios y los males, sin duda alguna, son afines.