La información acerca de que la reducción del número de efectivos de la misión de la ONU en Haití “responde a un plan establecido con anterioridad y no a un caso de violación que involucra a cinco soldados uruguayos de la fuerza multinacional y que actualmente se investiga”, según afirmó el jefe del organismo, hace preguntarse por qué cuesta tanto la humildad y el reconocimiento a lo mal hecho.
No es justo que se minimicen actos de este tipo. Todo lo contrario, pero no es nueva la situación que provocaron las tropas de la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (Minustah), cuya presencia en el vecino país data del 12 de enero, tras el terremoto y desde el cual algunas tareas fueron cumplidas, y otras “mal cumplidas”, sin duda.
El escándalo que protagonizaron soldados uruguayos de la fuerza multinacional, por la violación del joven haitiano de 18 años, movió la opinión pública, la cual desde hace algún tiempo tenía conocimiento de que algo no andaba bien en las actitudes de algunos de esos militares.
Coincide todo esto con un informe del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, en el que recomienda que el Consejo de Seguridad considere reducir en 1.600 el número de la fuerza militar de la Minustah, además de recortar en 1.150 el del personal de la fuerza policial.
Más allá de disminuir el número de activos, la denuncia del abuso cometido con el joven haitiano, documentada por la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH), merece algo más que reducir fuerzas y emitir disculpas.
Junto a las protestas de estudiantes de la Universidad Estatal de Haití y su petición al Parlamento para pedir a los legisladores que se manifiesten constitucionalmente contra la renovación del mandato de la fuerza de paz de la ONU, la humanidad sensible debe decir basta a atropellos como estos, contra pueblo pobres, a donde se debe ir a ayudar, no a dañar dignidad y principios.