Del incansable indicador del tiempo colgado en la pared, asoma el Buho, con su ronquido bu-bu, indicando que son las 8:00 de la noche. Bisabuela Altagracia reparte jalea de batata a los chicos sentados en el piso de madera de la sala.
Papá pasea la mirada acariciadora a los hijos y amigos. Cuando terminamos con la dulce jalea entregamos los platicos a la bisabuela con un beso de gratitud y papá dice: esta historia no la aprenderán en la escuela. No está escrita.
Los guerrilleros Ramón Natera, Vicentico, Badías, Pequero y otros andaban por los montes de Hato Mayor. Los soldados americanos los perseguían y establecieron un campamento en Hato Mayor y un pequeño cuartel en la sección el Manchado, donde cometieron crímenes y atrocidades increíbles, como quemar vivo a un campesino porque tenía una enfermedad conocida como buba.
El capitán Charles Merkell comandaba las compañías 33 y 34. Este era un asesino. En el 1918 ordenó al campesino llamado Ramírez en la sección el Manchado que lo ayudara a construir un cuartel. Al terminar el trabajo en 4 días con la ayuda de varios campesinos y al Ramírez solicitarle que le pagara, Merkell lo amarró en el tronco de un árbol de cara al ardiente sol.
Le abrió el vientre y le tiró jugo de limón agrio en la herida. Ramírez no gritaba, se retorcía y le preguntó al capitán. Dígame una cosa ¿tiene usted madre? este contestó con un disparo en la frente y lo dejó ahí muerto.
Merkell le quitó a los campesinos caballos, vacas, becerros, puercos, chivos, pollos y todo lo que tenían. Las atrocidades fueron tantas que el señor Abraham Hoffis protestó al ver que al señor Rivera le aplicaban el suplicio del embudo. Era echarle agua por los oídos.
Los soldados gringos trajeron preso al señor Hoffis y lo encerraron en la cárcel del cuartel que tenían frente al parque. Esto le causó la muerte a su padre Don Simón, quien se enteró de los maltratos que le hacían a su hijo y pensó que allí moriría.
Veíamos a la familia Hazzim que le llevaba comida a Don Abraham. Una mañana se reunieron las familias de los señores Don Fello Kidd, Dewindt y Hazzim. Fueron a solicitar que le entregaran a Don Abraham. El capitán Taylor se los entregó y este señor regresó a Hato Mayor.
Los gringos no podían acabar la guerrilla que ellos llamaban gavilleros y planearon quemar el pueblo de Hato Mayor. El señor Abraham Hoffis se entera y viene a Macorís. Un amigo le dice por la noche que los soldados gringos lo están buscando. Éste cruza el río Higuamo nadando y en dos días llega a la capital con los pies sangrando y las piernas hinchadas. Va a la catedral y le informa al obispo de todos los crímenes y abuso de los soldados gringos en Hato mayor. Esto evitó que quemaran todas las casas en Hato Mayor.
El capitán Merkell se suicidó en el cuartel y el capitán Thad cuando iba en un barco de guerra para los Estados Unidos se suicidó.
Aquí llegaron unos señores senadores que vinieron de Washington, la capital de Estados Unidos a investigar las atrocidades de los oficiales y soldados. Estos señores tenían nombres raros para nosotros: Macormick, Pomereve, Oddie y Jones. Fueron a Hato Mayor para saber de una acusación contra el capitán Taylor, quien después de ordenar el ametrallamiento de Agapito José, le metió en el pecho un puñal. Fueron al cementerio y con pico y pala vieron el cadáver con el puñal en el pecho.
El capitán Knok fue atacado por cuatro guerrilleros cuando detuvo el caballo a orilla de un río para beber, en el Seibo. Decían que Tomás Pequero le hizo el primer disparo y que Ramón Badías lo hirió en la cabeza que lo tumbó del caballo, cayendo al río muerto. Que Tomás guardaba la cuchara del capitán knok.
Chicos a dormir pedimos la bendición y a la cama. Papá llevó a los amiguitos vecinos a sus casas. Continuaremos recordando los relatos de papá, abuela Anita y la bisabuela Altagracia. Estos relatos fueron en el 1938.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.