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Y fueron felices para siempre pero…

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Una palabra en una discusión puede demostrar la incomunicación y otras incomprensiones domésticas, que fueron quebrando la solidez y el misterio de la relación pareja dentro del matrimonio. Con el perfeccionamiento de las normas jurídicas hacia el orden familiar, quedaron atrás viejos conceptos patriarcales contenidos en frases como: “Me entrego para ti por siempre” que identificaba el estereotipo de las mujeres contrayentes.
Esa condición de subordinación otorgada por la cultura, las tradiciones y por supuesto la legislación como se recuerda la lamentable permanencia de tristemente célebre de la Epístola de Melchor Ocampo, Veracruz, el 23 de Julio de 1859, donde se demanda como dotes principales femeninas “la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y ternura, debe de dar y darán al marido obediencia, agrado asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe de dar a la persona que nos apoya y defiende”.

En otra parte señala que, “Ambos deben prudenciar y atenuar sus faltas. Nunca se dirán injurias porque las injurias entre casados deshonran al que las vierte y prueba su falta de tino o de cordura en la elección, ni mucho menos maltratarán de obra porque es villano y cobarde abusar de la fuerza.”
El 29 de diciembre de 1914, se probó como modificación: “Matrimonio Civil es disoluble por sentencia de divorcio, dictada por un juez competente, conforme a la Ley.”

Lamentable error significa encubrir por el que dirán, o por la idea de sacrificarse en beneficio de la familia, sin desconocer el posible chantaje emocional para quien plantee la separación como solución de los problemas. Que si dejas a tus hijos que te necesitan o perdóname dame un tiempo,
La mayoría de las parejas que emprenden una vida en común, suponen que las cosas marcharan como en los cuentos de Hadas y fueron felices para siempre…, como si la vida se estancara en la fiesta de bodas.

Olvidan que después de la luna de miel se restablecen los compromisos individuales de cada cónyuge, otros horarios donde están incluidos estudios, amistades, relaciones laborales, educación, prejuicios y los estereotipos del deber ser, generalmente fundamentados por la eliminada Epístola de Melchor Ocampo.

Durante los preparativos nadie piensa cómo van a organizar sus vidas, incluso dejan los asuntos económicos para después, y analizan cómo serán distribuidas las tareas domesticas. La convivencia queda pendiente y precisamente ahí, surgirán los caminos diferentes que conducen al divorcio.

Pero las mujeres también recibirán amonestación porque con las nuevas exigencias de la vida moderna ya ella no puede responder a más exigencias de las tradiciones discriminatorias, que consideraban al matrimonio como una cruz que ellas deben cargar solas, no hay que sacrificarse sino disfrutar en compartir tareas, y reordenar con respeto, las costumbres de ambos.

¿Cómo? Con comunicación, para evitar los diarios enojos, por lógicas diferencias educacionales, de acción y pensamiento, pero eso sí, sin insultos, menosprecios, ausencias, palabras que hieren donde no se cura, el amor. Divorciarse no es solo separarse legalmente, es romper los vínculos emocionales muchas veces contraídos sobre bases falsas que hicieron imposible la vida en común de los buenos amantes.

El divorcio también afecta a las respectivas familias y la nueva que construyeron donde está la descendencia, que también recibirá las consecuencias económicas, sociales y emocionales, donde hijos o hijas carecen de posibilidad para decidir.

*Maestra en Ciencias de la Comunicación
www.portaldemujeresmexicanas.com.mx

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