Vengo diciendo desde hace muchos años que el primer objetivo de una campaña electoral es ganar, pero que el segundo es que si se va perder, hacerlo temprano.
El ganar está regido por una ley fundamental: ¡en campaña electoral la basura se barre pá dentro! Por esa razón los candidatos presidenciales hieden más que el basurero de Duquesa.
Le traen ese personaje, ¨popular¨ en su área, usted sabe quién es, el tipo apesta, lo menos que ha hecho es que violó a su hermana, pero aún conserva nítido su derecho al voto y cuando lo cuenten ese voto tendrá tanto valor como el voto del Jesucristo mismo, entonces usted, obligado a ganar, barre pá dentro y suma un nuevo mal olor a su apestoso estado.
Y las encuestas aceptan el derecho a votar del degenerado como una fuerza incólume cuya opinión inclina hacia uno u otro lado, las preferencias del país. Así todos los votantes dignos se parecen, pero los degenerados lo son cada uno a su manera.
Pero, ¿qué responder cuando esa diosa encuesta le dice que usted está abajo, muy abajo? Lo ideal, para no dañar la ya afectada popularidad, es lograr que cada periodista salga escribiendo diferentes oraciones y diferentes párrafos sobre la respuesta, es decir, sin negarla, revalorizarla, lograr en ellos el desacuerdo, diciendo algo así: ¡los resultados reflejan un estado emocional que ya superamos y nuestro adversario parece ahora andar como madre paridora del mal!
El candidato presidencial que no entiende que las encuestas son diosas, no porque dicen lo que va a pasar sino porque descubren lo que podría pasar, le pasa lo mismo que al que mira programas de televisión donde se cocina: no puede oler la comida, no puede probarla, no puede comerla…
La ventaja de entender que las encuestas son diosas que proyectan lo que podría pasar, te permite saber si perdiste temprano, una tremenda ventaja porque te prepara a ti y a los tuyos emocionalmente para aceptar la derrota y más importante aún, te impide incurrir en deudas que no podrá saldar, pues en la silla presidencial otro estará sentado.
En la vida política, en la vida electoral, todos los resultados posibles pueden ser cambiados. No digo que el dinero no es importante para lograr inclinar la balanza, pero ay de aquel que descarta la poesía.