Washington (EFE).- El presidente de EE.UU., Barack Obama, se quedó hoy sin otro miembro de su gabinete con la renuncia del republicano Judd Gregg, quien citó diferencias "irreconciliables" con la política de la administración.
Su decisión es otro dolor de cabeza para el Gobierno en un proceso accidentado de selección de colaboradores, cuatro de los cuales han renunciado hasta ahora, principalmente por problemas con el fisco.
Gregg, el republicano de mayor rango en el Comité de Presupuestos del Senado, aclaró que ese no era su caso, sino que la razón fueron sus desacuerdos con la administración en políticas "clave".
Específicamente citó las diferencias "irreconciliables" respecto al programa de estímulo de 790.000 millones de dólares y la decisión de que la elaboración del censo dependa de la Casa Blanca y no del departamento de Comercio, del que iba a ser secretario.
Gregg era el sustituto para ese cargo del gobernador de Nuevo México, el demócrata Bill Richardson, quien retiró su nombre a raíz de una investigación sobre corrupción. La Casa Blanca no se mordió la lengua y dijo que fue el senador republicano quien le propuso a Obama que lo designara para ese puesto.
Durante las entrevistas que le hicieron "dejó muy claro que, pese a desacuerdos en el pasado sobre políticas, apoyaría, adoptaría y haría avanzar el programa del presidente", dijo en un comunicado Robert Gibbs, el portavoz presidencial.
El funcionario afirmó que fue necesario que Gregg y la administración de Obama "tomaran caminos separados" una vez que quedó claro que el senador no iba a respaldar la política del Gobierno.
Obama presentó a Gregg como su nuevo secretario de Comercio, pendiente de la ratificación del Senado, el 3 de febrero, cuando ya se negociaba en el Congreso el paquete de estímulo económico, que es la prioridad de la administración.
El proyecto, que prevé el uso de casi 790.000 millones de dólares, está pendiente del voto final en la cámara baja, donde ningún republicano lo ha dado su apoyo, y en el Senado, donde solo lo respaldan tres.
La mayoría de los miembros del partido se opone al plan, porque consideran que contiene un gasto excesivo e insuficientes rebajas de impuestos. En el acto de su nombramiento, Gregg calificó el paquete de estímulo como "un plan extraordinariamente osado, agresivo, efectivo y exhaustivo".
"No es el momento de ser partidistas (…) de ponernos a dar gritos desde nuestros rincones ideológicos", declaró entonces el legislador.
Gregg también mencionó hoy como motivo de su renuncia la política sobre la elaboración del censo, que la administración decidió que dependiera de la Casa Blanca.
Grupos latinos y negros no querían que estuviera a cargo del republicano Gregg, pues se quejaban de que la administración anterior no había contado con exactitud su número.
"Antes de aceptar este cargo, habíamos hablado de estas y otras diferencias potenciales, pero desgraciadamente no nos enfocamos de forma adecuada en estas inquietudes", aseguró el senador. "Obviamente, el presidente necesita un equipo que apoye completamente sus iniciativas", añadió.
Para el Gobierno de Obama, el baile de nombres para el gabinete se ha convertido en una distracción en un momento en el que intenta poner freno a la crisis económica. Y eso que su estrategia, al principio, había sido alabada por tirios y troyanos.
Obama y su equipo designaron muy rápidamente a los miembros clave de la Casa Blanca, como la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.
No obstante, pasaron por alto manchas en el pasado de algunos de los escogidos que luego le causaron muchos quebraderos de cabeza. Geithner pasó por el Senado, pese a que se descubrieron irregularidades en sus declaraciones de impuestos.
En cambio, se quedaron por el camino también con problemas tributarios Tom Daschle, el candidato a ser secretario de Salud, y Nancy Killefer, propuesta por Obama para supervisar la eficiencia del Gobierno, además de Richardson.
Hilda Solís parece que finalmente será confirmada como nueva secretaria de Trabajo, pese a que se ha revelado que su marido tenía impuestos atrasados.
Eso ha sido un respiro de alivio para el Gobierno, que ahora tiene cuatro agujeros que rellenar con personas que, por lo menos, paguen sus tributos y no esté en contra de su política.