Resulta increíble que en pleno siglo XXI y con un Gobierno que apuesta a insertar la República Dominicana en un mundo globalizado y dotarlo con la más impresionante tecnología, para estar a la altura de los países desarrollados, se haya quedado atrás lo más elemental e imprescindible: la salud de sus conciudadanos.
Impactante y dolorosa es la muerte del señor Luis Duarte, de 66 años, quien llegó al hospital Francisco Moscoso Puello con síntomas de cólera, fue dejado en una silla de ruedas, y murió sobre ésta, a la intemperie, un día después, porque el centro no tenía una camilla para ingresarlo.
Ni pensar en los derroches, actos de corrupción que nunca quedan claros y mucho menos puestos a la luz, aun cuando el dinero mal gastado se expone como esa lámpara encendida, nada oculta y brillante ante la mirada atónita de todos.
¿Cuánto de inversión en equipos médicos de los hospitales necesita el país? Si una parte de los recursos empleados por la numerosa comitiva que acompaña al presidente dominicano durante sus viajes, junto a aquel otro destinado a satisfacer los caprichos de funcionarios, fueran empleados en los centros asistenciales de salud, tal vez el anciano Duarte viviría…
Tampoco es posible dejar de pensar en las múltiples mega obras priorizadas, entre ellas la majestuosa construcción de la segunda línea del metro, túneles y elevados, cuyas edificaciones podrían posponerse a la aspiración de una población que goce de salud preventiva y, si es necesario, reciba a plenitud la curativa, en última instancia.
Certeras las palabras del presidente del Colegio Médico Dominicano (CMD), Senén Caba, cuando calificó como algo descarnado y una expresión abierta de la deshumanización de la salud en el país la muerte del envejeciente, porque importan más otras cosas que el pueblo mismo…
¡Qué penosa realidad…!