Muy caliente este verano que habla de discrepancias entre las figuras políticas, aprobación “a toda costa” del paquetazo fiscal y, encima, en medio de discordancias por las cifras, incluyendo al propio Presidente de la República que habla de 13 muertes y afirma que las autoridades sanitarias tienen todo bajo control, la realidad es que ya suman 48 las defunciones por cólera y que los casos de infectados por la epidemia alcanzan los mil 550 en el país.
En Santiago de los Caballeros, el Ministerio de Salud Pública certificó 12 personas fallecidas por la enfermedad y más de 200 contagiados.
Otra vez la pobreza cobra mayor número de víctimas, pues son los barrios más míseros, sobre todo aquellos ubicados junto a cañadas o a orillas de los ríos Ozama e Isabela, quienes más se contaminan con dichas aguas.
Las voces se elevan, pero más allá del llamado a no consumir el agua sin hervir, o tratada convenientemente con cloro; a lavar los alimentos que se consumen crudos, como vegetales y frutas, entre otras medidas, la población sigue en peligro, cada vez mayor.
Cuando en noviembre pasado, se hablaba con temor de la posibilidad de que arribara desde la cerca Haití, donde las miles víctimas son ya incontables, se iniciaron labores de prevención y saneamiento, llamados a la población en general. Pero, para nadie es secreto que las medidas sanitarias son precarias y el advenimiento de las lluvias, junto con la deficiente recogida de desechos sólidos y otras condiciones idóneas para la enfermedad, traería irreversibles sufrimientos que hoy son una realidad.
Ahora, no se trata de prever. Como tanto se ha repetido: el cólera llegó para quedarse y no queda otra que luchar intensamente para que no mueran más personas por esta causa. ¿Se podrá aún?