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El poeta y su deuda

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El poeta parecía morir de dolor, sus pasos caminaban por días depresivos y a ninguno de esos recuerdos podía decirle ya no te quiero. Yo estoy en mi Oficina del Patio, bautizada así por el Biógrafo Farid Kury, y el poeta se dirige a mí pensando en cómo la quiso alguna vez.

Sentado bajo mí Laurel espero su no hay nadie y el canto del ruiseñor suena como una pena que quiere volver de nuevo, interrumpida por los inoportunos tiques de vuelos. Rompo su clavada mirada a la tierra con el qué hay en tu corazón poeta.

—Yo fui su primer hombre, ella dice que en la memoria de mujer soy el único que ha tenido, aunque me enorgullece, también me duele, pues fui demasiado absoluto. Ella acababa de recibir su notificación natural de que había dejado de ser niña cuando nuestras relaciones se iniciaron. Yo me aficioné a besarla, a comerme ese cuerpo que ni Dios había tocado y ella se hizo adicta a ver mis labios sembrados entre sus piernas. Duramos cuatro años haciendo las cosas más gloriosas, pero yo era un hombre casado, con una familia criada bajo el látigo conservador. Mi esposa se enteró y no le bastó con asegurarse de que yo rompí con esa muchacha, sino que compró tiques de vuelo para todos y fuera de su alcance nos establecimos. Ella se casó y tuvo dos hijos, ya son grandes, pero fue un matrimonio de incertidumbres pues nunca pudo entregársele al marido, y refugiada en el muro del silencio jamás le explicó las causas, prefirió ver su cuerpo sangrar, como chiva en el matadero. No sé cómo averiguó que yo había regresado y vino a verme. Hemos estado hablando, con su mirada me rogaba que le hiciese recuperar la memoria y tuve que pedirle que se marchara.

—Poeta, las deudas sexuales son invariables imágenes que sugieren más de lo que dicen.

—Coño, Solano, no jadas tú. Yo vine donde ti buscando la fe en lo transitorio. Ya yo tengo 83 cumplidos y ella ahora parece un ejemplar para cena de navidad.

—Poeta, la lengua no envejece. Los científicos se han equivocados al buscar el elíxir de la eterna juventud en objetos mágicos, en plantas y cuevas. La eterna juventud está en la lengua humana, esa no envejece, no se pone débil. Es ahí donde deben buscar el virus, la bacteria de la eterna juventud. Y tú, con tu lengua de mi mime, con esa masa suave, poseedora de la fuerza de Tarzán, debe pagar tu deuda.

—Solano, coño, no jadas, cómo puedo yo revivir en la memoria la eternidad del caído.

—Poeta, no dejes que ese recuerdo le cante al acto sexual como se le canta a una abuela. No olvides que se entiende por poeta aquel que sabe sentir la belleza suprasensible que late oculta en el alma recóndita de las cosas y en el ritmo misterioso de la vida.

Ella volvió, dijo que a arreglarles las uñas. Él cerró los ojos para mirarla, poco a poco fue quitándole las ropas y sintiendo sus temblores llenos de recuerdos.

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