La joven salió llorando de la oficina. Había trabajado durante varios meses contratada temporalmente por honorarios que no generan antigüedad. Toda la jefatura le reconocía a diario su labor, pero había ocurrido un detalle. Le comentó a una colega que quería visitar al ginecólogo porque pensaba que podía estar embarazada.
Pasaron unos días y a fin de mes, cuando correspondía el nuevo contrato, le avisaron que no tenía los requisitos y no podía continuar en la plaza.
Era una valoración prevista en la contratación; pero, ahora se incorporaba un aspecto subjetivo imposible de probar.
Se trata de la violencia laboral, invisible pero real y concreta que se presenta en los sitios laborales y que según estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicados por el The Financial Times, implica amenazas, acoso sexual, agresiones físicas, inseguridad laboral presenta niveles insospechados y podrían general costos entre 0.5% y 3.5% del Producto Interno Bruto de ciertos países en las formas de ausentismo, incapacidad por enfermedades y disminución de la productividad.
Existían profesiones menos vulnerables como el magisterio, el trabajo intelectual de las bibliotecas, en centros de arte o en las instituciones donde se brinda atención de salud, que ya presentan casos de denuncias sobre maltrato laboral, encubiertas con incumplimientos de derechos de promoción, acoso simplemente tenues amenazas “la que no cumple se puede buscar otros trabajos”.
¿Quiénes pueden ser más vulnerables a este tipo de violencia? La respuesta no puede determinarse de manera individual. Está condicionada a países, momentos, a crisis económicas, guerras, epidemias, catástrofes del medio ambiente y la xenofobia. Son mujeres, niñas, niños, personas de la tercera edad, inmigrantes, refugiadas, verdaderos seres humanos desprotegidos de las normas generales que rigen en un Estado.
Un detalle: en Estados Unidos de Norteamérica las estadísticas señalan que los homicidios dentro de un centro laboral, de más de mil anualmente disminuyeron a 630 en el último dato. No se consideran dentro de la violencia laboral, que sólo se ven en las palabras obscenas o el acoso a las empleadas dentro del horario.
En momentos de organización, en la planificación y el desarrollo de las tareas productivas y de servicio donde comparten las acciones hombres y mujeres, nadie quiere ser víctima.
Las palabras, las atenciones y la disciplina laboral también pueden propiciar ese acercamiento humano de respeto y de consideración que se merecen quienes desde cualquier puesto de trabajo aportan su inteligencia y conocimientos al cumplimiento de una tarea, en beneficio de su sociedad.
La sociedad tiene las diferencias, las palabras las reflejan, los resultados se disfrutan.
Maestra en Ciencias de la Comunicación.
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