“Este es un país politizado” afirmó un dirigente político del país durante su comparecencia en un programa televisivo y señaló que cualquier persona, hasta el limpiabotas, podía hablar de la situación del país; de las elecciones y de las campañas políticas, porque aprende a través de las noticias en televisores y escuchan las informaciones radiales, etc.
Un comentario de Bernardo Vega refiere que en el informe donde se refleja la situación de 135 países en educación y salud, mientras algunas naciones hablan ya de mejoras, República Dominicana se ubica en posiciones nada plausibles.
En educación, por ejemplo, desde los años 90, hasta 2010, los escaños no han variado. La realidad marca “un hacia atrás” en este vital sector. De igual manera sucede con la Salud en iguales fechas y en 2010, estábamos más atrasados.
Las cifras hablan y son palpables: ni Balaguer, ni Leonel Fernández, ni Hipólito Mejía han desarrollado oportunas políticas estatales que mejoren las matrículas escolares, impidan la deserción escolar y mejoren los resultados educacionales.
Si a todo esto se suma la tradicional forma de medir el bienestar de un país a través del crecimiento de su PIB, las familias dominicanas pueden dar fe que no se reflejan mejorías reales. Sucede como si la sombra se alejara del cuerpo y muestran otra imagen, no la verdadera, esa del pueblo que lucha porque se le dediquen más fondos a la educación, no a la politización, ni a los absurdos vaivenes de campañas…
Para la dirigente educacional, María Teresa Cabrera, si el 4% se asigna a dicho sector, está claro hacia cuáles áreas deberán implementarse. “No se trata de un ministro o ministra: pueden existir las mejores intenciones, pero sin recursos es imposible llevar a cabo tales objetivos”. Lo que faltan son políticas estatales cuyos recursos estén dirigidos a la superación de los que imparten la docencia y, en definitiva, a la formación docente y financiamiento de la educación en el país. Aquí está y ha estado siempre la esencia del problema.