Nada que suceda en la vecina tierra haitiana es ajeno para la nación dominicana, mucho menos la toma de posesión, en tan difíciles condiciones, del nuevo mandatario Michel Martelly, quien fue proclamado este sábado presidente de Haití, con promesas de respeto a los derechos humanos de ese pueblo, cuyo sufrimiento ha colmado la copa durante siglos.
Quizás la metáfora pudo integrarse en el entorno que rodeó al recién investido mandatario 56 de la República de Haití: el semiderruido Palacio Nacional donde deben renacer ideas decisivas e iniciativas capaces de considerar la posible reconstrucción del país, a partir de una sucesión de hechos que han recrudecido la realidad nacional: desde el terrible terremoto del 12 de enero de 2010, la epidemia del cólera, vaguadas, huracanes, regreso de antiguos dictadores y, tras unas elecciones presidenciales confusas, la llegada al poder del otrora popular cantante, devenido ahora presidente.
En medio de las vicisitudes reinantes ejercerá sus funciones Martelly y habrá que ver cuánto de apoyo impregnará la comunidad internacional a la reconstrucción, pues tal y como afirman los medios nacionales, de los 1.000 millones de dólares anuales prometidos, ni el 10% han llegado al país. De los compromisos, arreglos, escollos y buenas o no intenciones hablarán los tiempos futuros y ojalá los países más poderosos actúen como lo ha hecho sin condiciones reales la República Dominicana, cuyo Presidente, Leonel Fernández, estuvo presente en la ceremonia.
El enfrentamiento a una inexistente institucionalidad, alta tasa de desempleo y un Parlamento en el cual la oposición a su elección, es parte de la realidad que enfrenta el nuevo presidente, con quien se abren más que todo promesas: habrá que ver resultados, porque en Haití, como bien señalan estudiosos, lo que existen son empobrecidos haitianos, cuyo cambio es ya imprescindible.
