Que la mitad de los homicidios con armas de fuego y las dos terceras partes de los secuestros ocurran en América Latina impone “una lucha transnacional ante la situación que vive la región con la proliferación de las drogas y la inseguridad ciudadana”.
La pregunta sigue siendo ¿qué pueden hacer los ciudadanos, realmente empequeñecidos, ante el fortalecimiento del crimen organizado?”. “Estamos cayendo bajo”, opinan especialistas en el tema, pues a pesar de los enfrentamientos, planes y acciones de los gobiernos, cada vez más la narco guerra se expande.
Aunque la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), valoró como justo el Informe 2010, sobre Derechos Humanos en República Dominicana, dado a conocer por el Departamento de Estados de los Estados Unidos, el doctor Manuel María Mercedes y el periodista Rafael Alonso, presidente y director ejecutivo de la CNDH, respectivamente, consideran que “el informe se queda corto en muchos aspectos, sobre todo en lo relativo a la descarada corrupción gubernamental y la evidente infiltración del narcotráfico en los más altos estamentos civiles, militares y policiales”.
La mayor preocupación de la sociedad dominicana se basa en los hechos de corrupción que abaten día a día a los ciudadanos, en cualquier rincón del país; la violencia, los abusos civiles, la discriminación y la impunidad, tal y como señala el documento; pero, la CNDH razona que muchas otras violaciones fueron omitidas, como la de la Constitución, “las maniobras de blindaje legal promovidas desde el Poder Ejecutivo, con la complicidad del Poder Judicial y el Poder Legislativo, controlados directamente por el presidente de la República”.
Cada informe que se redacta referido al acontecer nacional conlleva a un profundo análisis de su contenido. ¿Por dónde andamos? ¿Cuántas cosas están mal y cuánto hay que hacer para que realmente construyamos una mejor nación?
No es escondiendo la cabeza como avestruces ante los señalamientos que se avanza. Este documento, junto a muchos otros, muestra que los derechos humanos andan por una senda y la realidad dominicana por otra.