Puerto Príncipe.- Numerosas personas se están yendo de los atestados campamentos donde se refugiaron luego del terremoto del año pasado, algunos tentados por incentivos financieros del gobierno y otros forzados por los propietarios de los terrenos.
Organizaciones de ayuda temen que mucha más gente sea desalojada y no tenga adonde ir, justo cuando comienza la temporada de huracanes. La temporada empieza en mayo.
La población de personas alojadas en campamentos se redujo a menos de la mitad en los últimos meses y es hoy de unas 680.000 personas a pesar de que no se han construido nuevas viviendas ni se han reparado la mayoría de los edificios dañados por el terremoto de magnitud 7 del 12 de enero del 2010, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
Casi dos tercios de los que se fueron regresaron a sus viejos barrios y en ese grupo, menos de la mitad vuelve a viviendas que no sufrieron destrozos. Muchos regresan a casas que necesitan reparaciones o se instalan en carpas o toldos en sus propiedades. Otros encontraron viviendas sólidas en otros barrios, se alojan con amigos o parientes o se instalan en otros campamentos nuevos.
"Volvimos a la casa porque no teníamos otra salida", expresó Francois Joseph-Ifanord, de 62 años, quien dijo que unos guardias lo echaron de las canchas de un club de tenis privado en el que se habían refugiado unas 30 familias. "Ahora vivimos día a día".
Grupos de ayuda dicen que la principal razón de la partida de la gente son los desalojos por la fuerza dispuestos por los propietarios de los terrenos que ocupan los desamparados. En decenas de sitios, desde patios de escuelas hasta centros comerciales, los dueños están obligando a la gente a irse.
La OIM dice que aproximadamente una cuarta parte de los que todavía están en campamentos han sido presionados para que se vayan y que los organismos de ayuda no dan abasto para conseguir otras viviendas para la gente.
Las autoridades también tratan de sacar a la gente de los campamentos, que son el símbolo más visible de la miseria que sufre la capital. El éxodo es más evidente en Place St. Pierre, la plaza central de Petionville, en colinas próximas al centro de Puerto Príncipe.
Cientos de personas empacaron sus cosas y se fueron, despejando el lugar para que los niños puedan volver a jugar al fútbol en la plaza y permitiendo que asome un espacio abierto en un sector urbano muy denso. Las autoridades locales le pagaron a las familias 500 dólares –el sueldo promedio de un año en Haití– para que se vayan.
Si bien los cheques tuvieron el efecto deseado, los grupos de ayuda dicen que esas tácticas probablemente lo único que consigan es desplazar a la gente a otros campamentos, a barrancos precarios o a las casas que fueron destruidas por un terremoto que según las autoridades mató a más de 300.000 personas y dejó buena parte de la capital en ruinas.
"No puedo decir que apoyemos este tipo de medidas", expresó Luca Dall’Oglio, jefe de la misión de la OIM. "El regreso a las casas requiere de una estrategia. Hay que trabajar en esas zonas, no solo en los campamentos".
Las organizaciones de ayuda temen que las lluvias tropicales, los huracanes o nuevos terremotos terminen de derrumbar estructuras que sufrieron destrozos.
Las posibilidades de reubicar a la gente tropiezan con la escasez de tierras y de viviendas, disputas en torno a la propiedad de las tierras y un aumento en el costo de vida. Algunas personas prefieren quedarse en los campamentos, por más que puedan ir a vivir con parientes fuera de la capital, porque no pagan alquiler y reciben agua, atención médica y educación gratis. El gobierno no ofrecía casi ninguno de esos beneficios antes del terremoto.
Las agrupaciones de ayuda han tratado de reducir el flujo de artículos gratuitos que llevan a los campamentos, pero constantemente se les pide más asistencia. Cuando estalló un brote de cólera en octubre pasado, tuvieron que distribuir pastillas de cloro, agua potable y artículos higiénicos para los niños. Después del paso del huracán Thomas pocas semanas después, nuevamente tuvieron que hacerse presente.
Las demoras en las elecciones para determinar el sucesor del presidente Rene Preval complican asimismo los planes para reconstruir viviendas.
El campamento de la Place St. Pierre surgió horas después del terremoto. Allí se instalaron incluso residentes del centro de Puerto Príncipe que escucharon que se avecinaba un tsunami. También llegaron personas de los barrios marginales en torno a Petionville.
Ahora la plaza empieza a despejarse. En enero había 665 familias en Place St. Pierre, instaladas en carpas y toldos precarios, armados con cinturones y piolines. Las autoridades dicen que hoy quedan 116 familias.
"Consideramos nuestro deber sacarlos del parque", expresó la vicealcaldesa Francoise Michel en su oficina, al frente de la plaza, que colinda con un hotel turístico.
Michel dice que la municipalidad planea volver a ofrecer incentivos de 500 dólares para que la gente se vaya de Place Boyer, una plaza a pocas cuadras, y más adelante a un centro deportivo de la zona. El programa podría servir de modelo para otras comunidades, señaló.
Algunas agrupaciones humanitarias dicen que esa suma ayuda a pagar un alquiler, pero no resuelve los problemas de vivienda a largo plazo, y expresan temor de que la gente termine en viviendas semidestruidas, peligrosas, o en barrancos proclives a inundarse.
"Hoy por hoy, te dicen ‘toma 500 dólares y arréglatelas»’, afirmó Giovanni Cassani, de la OIM. "Pero si este proyecto fuese más elaborado, más estudiado, podría tener un impacto positivo".
Algunas personas admiten que recibieron el dinero y lo único que hicieron fue instalarse en el sector de algún amigo en el mismo campamento porque estaban apremiados para resolver otros problemas, como emergencias médicas.
"Usé el dinero para salvar mi bebé", dijo Joahanne Cenat, una madre soltera de 22 años que trabaja como vendedora. Otros se fueron, pero no para vivir en mejores condiciones.
Joceline Alcide, comerciante de café de 39 años, volvió a su barrio en Petionville y dice que usó la mitad del dinero para su negocio y el resto lo ahorra.
¿Dónde vive? Armó una carpa en el techo de su destartalada casa en Morne Hercule, un barrio pobre de bloques de hormigón. Unos ingenieros dijeron que su casa era inhabitable.
"Es más fácil hacer esto que encontrar otra vivienda", dijo Alcide desde las escaleras de su casa. "El sitio no es bueno, pero no tengo otra alternativa".