Mientras la muchacha se apartó a otra mesa para saludar a unas amistades, el novio tomó su celular y comenzó a revisar el registro de llamadas y mensajes. Al regresar a la mesa y percatarse de esta acción, ella dijo como justificación, que recibía llamadas de sus compañeros de curso por los trabajos de clase. El joven disgustado se puso muy serio y se marchó del recinto sin más explicaciones.
Fue una manifestación de violencia en el noviazgo. Porque las llamadas y la correspondencia, así como el interior de la bolsa o del bolsillo de la camisa o el pantalón masculino, son asuntos privados que merecen respeto a la individualidad con independencia de las relaciones amorosas.
Cuando se toleran las agresiones aunque aparezcan simples, se refuerzan las creencias de este verso: quien te quiere te hará sufrir. Ella lo llamará, dará otras disculpas y limitará sus relaciones escolares para no disgustar al novio, porque consideró que fue un acto de cariño, y se argumenta con ingenua ilusión al pensar: Cuando me conozca mejor, él cambiará. El amor todo lo puede.
La violencia en el noviazgo es menos estudiada que la violencia marital, argumentó en su tesis, Violencia en el noviazgo…relaciones que trascienden, la doctora Beatriz Rodríguez Pérez, Coordinadora General del Programa de Género de la Universidad Autónoma de Sinaloa y explica que la diferencia con la violencia doméstica tiene como característica la sutileza, expresada de distintas formas: pocas veces están golpes, hay jaloneos , empujones, violencia emocional y sobre todo verbal.
Otros datos aportados en la investigación publicada en el libro Pensar los sujetos sociales en el trabajo social, editado por la UAS en el 2008, con la coautoría del Msc. Víctor Hugo Aguilar Gaxiola, demuestran que, tanto hombres como mujeres protagonistas y receptores de violencia, confunden semejantes acciones como expresión de interés y de cariño.
Saben que la violencia en la pareja es un asunto público, penado por ley, porque ninguna persona, es propiedad de otra, somos seres libres con todos los derechos humanos, políticos, sociales, civiles, por tanto, es una responsabilidad de orden público hacer que se restablezca el orden cuanto éste se quebranta en cualquier momento y lugar.
El silencio se convierte en un factor muy negativo para detectar esta situación. A ella víctima, le da pena, vergüenza, y hasta se siente culpable, mientras se integra al círculo: el acto de violencia, la suplica del perdón, la reconciliación, el celo otra vez y la reincidencia. Un verdadero sufrimiento, no hay amor.
La investigación denuncia que el 40% de novios de ambos sexos coinciden en lo privado del problema, pero mantienen la violencia en silencio, no la platican, no buscan ayuda, lo que facilita que el fenómeno continúe reproduciéndose.
El camino está abierto con la oportuna aplicación de las leyes existentes contra la violencia, la apertura de refugios para mujeres maltratadas, terapias médicas, psicológicas y jurídicas para ambos y la necesidad de incrementar multiplicidad de acciones simultáneas.
La doctora Beatriz Rodríguez Pérez, propone profundizar en el tema, propiciar más investigaciones con perspectiva de género, incluso para indagar la influencia de los medios de comunicación en el comportamiento violento de la juventud. Y señala que, un camino para erradicar la violencia en el noviazgo también conduce a reconstruir el imaginario social y cultural que nos identifican como mujeres y hombres, donde hay que incluir actitudes equitativas y dice: “El amor es un hecho no un supuesto, se fundamenta en respetar y compartir afectos, emociones y momentos agradables”
Maestra en Ciencias de la Comunicación
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